Hace semanas que no sé de él. En septiembre platicamos, por su cumpleaños, y luego a principios de enero nos deseamos buen año. Desde entonces lo bloqueé. O al menos eso creía yo. La mente es traicionera y como no he hecho caso de los pretextos que me motivan a recordarlo, finalmente se me apareció en sueños.
Fue un buen sueño... estuvimos juntos y me quería, otra vez, hasta que, claro, me desperté con la prisa de llevar a mi hija a la escuela sólo para darme cuenta de que en algún momento apagué el despertador y se me hizo tardísimo. Con todo y lo que lamenté que mi hija no fuera a la escuela, no pude evitar sentir que de no haberme quedado dormida, probablemente me habría perdido de verlo en mi sueño...
Aunque yo he soltado ya toda idea de él, de alguna forma, siempre está presente. Tal vez una parada que hice en el aeropuerto la semana pasada detonó que esa parte oculta de mi corazón se rebelara y me mostrara que más allá de los recuerdos, hay algo de él que siempre estará en mí.
De pronto no puedo evitar decirme que en verdad no me quiso, que sólo fueron ideas mías, pero entonces me vienen los recuerdos de cuando me escribía, de las veces que chateábamos, de que fue él el primero en referirse a nosotros como pareja, de esas conversaciones con su familia en las que me decían cuánto me pensaba él... y luego me da por buscar las evidencias de que eso que tuvimos sí existió, que no fueron inventos míos solamente.
Y entonces recuerdo que la gran mayoría de esas evidencias se perdió. Casi todos sus correos me los escribía al mail de cuando estaba en la editorial, y aunque según yo hice respaldo de esos correos cuando me cambbié de trabajo, el archivo se dañó y se perdió y no me quedaron más que algunos correos que me escribió a hotmail o yahoo.
Tenía también decenas de mensajes que me envió al celular... pero los delincuentes hicieron de las suyas y perdí todos esos sms. Ya no me queda gran cosa de él, más que los recuerdos que insisten en no morir.
Y a veces me preocupa que en mi intención por dejarlo atrás me empeño yo misma en negar que hubo cosas que sí pasaron, y tal vez, cuando el tiempo pase, no seré capaz de distinguir lo que sí fue real y entonces termine por olvidar todo aquéllo por lo que alguna vez estuve dispuesta a dejar mi país y mi gente, coger a mi niña e irme al sur... a ese lugar que aún está en mi corazón.
Pero cuando me vienen esos pensamientos y me digo que envejeceré creyendo lo que todos me han dicho, pensando que estuve loca solamente, me vienen las memorias de lo que sí pasó y me vuelve la cordura y la paz al alma... un poco como esa historia de Jim Carrey y Kate Winslet en "Extraño resplandor de una mente sin recuerdos": al final, aunque la memoria se empeñe en olvidar, hay cosas que quedan grabadas en el corazón y no se van nunca.