Pues me encuentro de vacaciones y me topo de frente con el enorme reto de entretener a mi hija durante siete largos días. El de hoy no salimos y a la hora de la comida se me ocurrió hacer de ese momento algo especial y entretenido.
Así que armé una tienda de campaña con una colcha y unas sillas. Tendí una cobijita en el suelo y puse la comida, utilizando trastes y utensilios propios de un picnic. Incluso, colgué en una de las sillas una linterna de la niña, para que iluminara el interior de nuestra tienda de campaña.
Ya adentro, empecé la tarea de ambientarnos. Le dije a Valeria que estábamos en la selva, y que afuera estaba lloviendo muy fuerte y los animales, en su mayoría, se habían refugiado o estaban dormidos. Cayó en el juego y la pasamos muy bien por un rato, hasta que vi pasar bajo las sillas a las gatas y le susurré a mi hija: quieta, hay que estar calladitas porque allá afuera hay unos leones.
Ella me miró con una expresión cómica, mezcla de desconcierto y compasión para su pobre madre alucinada, y me dijo: Ay mamá, sólo son las gatas...
Fulminó el momento. Me reí por la ocurrencia pero también me pregunté si acaso la imaginación de los niños ya no es la de antes... o si de verdad yo me viajo cañón. Creo que es más la última opción que la primera, pero lo cierto es que yo estaba poniendo de mi parte para hacer de ese momento algo único y me cortó la inspiración.
¿Algún otro padre ha pasado por un momento así? Gil, yo sé que tu sí... me acuerdo de ello y me siento menos mal en este momento. Un abrazo, compañero de ocurrencias infantiles.
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