El diccionario Larousse define la envidia como el pesar por el bien ajeno; deseo de tener o hacer lo mismo que otro.
Mmmmm... veamos: "el deseo de tener o hacer lo mismo que otro." Hasta aquí yo no le veo problema, si ves que alguien tiene algo bueno es normal y lógico que se te antoje tener algo similar, ¿no?
Pero he aquí el primer punto, entonces: tener algo similar, no lo mismo que el otro.
Una cosa es ver que el vecino tiene un jardín hermoso y desear que nuestro jardín se vea igual de bonito, y otra muy distinta agarrarla contra el vecino porque su jardín es bonito y el nuestro no.
O que nuestra amiga se haga de un novio guapo, tierno, con dinero y que busquemos bajárselo... o que hablemos mal de alguien en el trabajo porque queremos tener SU empleo... no otro, el suyo.
¿Han escuchado el término "envidia de la buena"? Bueno, pues suele aplicarse en el sentido de cuando se te antoja lo que los demás tienen como un incentivo propio para buscar el mismo éxito personal, profesional o sentimental... pero es un término mal aplicado porque la envidia, en estricto sentido, no puede ser buena.
¿Por qué? Por lo que dice la primera parte de la definición del diccionario: "pesar por el bien ajeno." Según el tumba-burros, el pesar es un sentimiento de pena o dolor que abate el ánimo. Y aquí es donde se torna nocivo: el envidioso sufre, se deprime, no se encuentra bien con los logros de los demás.
De todos los pecados capitales, la envidia es tal vez el que más alcance tiene, pues si bien hay quien puede practicar la castidad o no se siente nunca tentado a comer o descansar en exceso, siempre, en algún momento de nuestra vida, nos sentiremos celosos de algo o alguien. La historia se ha escrito a raíz de las pasiones levantadas por los celos y la envidia; a lo largo de los años, ésta ha sido la causa de muchas guerras, de asesinatos y toda clase de crímenes.
Tal vez la mayoría de nosotros libramos con cierto aire los sentimientos de envidia que nos llevarían a hacerle daño a alguien, pero puedo decir con certeza que nadie está exento de sufrir celos. De acuerdo con el diccionario, los celos son el temor de que otra persona pueda ser preferida a uno; envidia de alguien.
Ahí está: cuando vemos que la vecina gordita tiene no uno, sino dos pretendientes locos por ella y nos preguntamos frente al espejo qué pasa con nosotras, sentimos envidia. Cuando el amigo nos presume su nuevo carro de $300,000 pesos o su flamante empleo como director regional de una firma de tecnología, nos da envidia, ¿no? Cuando las amigas se van de viaje de fin de semana a Acapulco y se revientan a todo dar y al regresar te cuentan de los chicos guapos que conocieron y que tú te perdiste por quedarte en casa a cuidar a tu hija enferma, te da envidia... y, si las fotos revelan que en verdad están muy guapos los ligues en cuestión, hasta celos te dan... ¿no?
Y nadie se salva de haber sentido en algún momento de la vida el embiste furioso de los celos cuando la persona amada no solamente no nos corresponde, sino que le entrega su amor a alguien más... "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra..."
Desde el nocivo sentimiento que corroe el corazón de dolor por no estar con el objeto de nuestro amor hasta la enfermiza obsesión que termina, a veces, en los asesinatos de pasión, todos hemos sentido celos. Y es que, vamos, nadie está exento de enamorarse sin ser correspondido. ¡Qué bella sería la vida si solo nos enamoráramos de quien nos ama también!
Y aquí es donde entra en juego la cualidad que se enfrenta a la envidia: la caridad, que el diccionario define como la virtud cristiana que consiste en amar a Dios y al prójimo. Amar a Dios y al prójimo... una frase simple y clara, que no resulta tan fácil de poner en práctica.
De entrada, hay que entenderla. En la Biblia, Jesús resume todos los mandamientos en dos: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas." (Mateo 22:37-40)
Así pues, amar al prójimo no es optativo y no es a nuestro criterio, es amar al prójimo como nosotros nos amamos. Claro que si tienes baja la autoestima o no te amas lo suficiente, de entrada tienes una bronca, pero no es motivo de este post.
El punto es: en general, uno no busca hacerse daño a sí mismo, al contrario, buscar estar bien, lo mejor. De esa misma forma hay que amar al prójimo: no buscar hacerle daño, no robar, mucho menos matarle.
Claro que no siempre es fácil, claro que al menos una vez en la vida hemos pensado siquiera en lo bonito que sería el mundo si fulanito no existiera... pero no podemos ir por ahí guardando todo lo que nos hace daño.
Francamente, no estoy exenta de los sentimientos de envidia o celos... soy muy celosa cuando amo y no siento seguridad sobre los sentimientos de la persona objeto de mi amor. Ya lo saben ustedes, han leído mi blog. Me costó muchísimo trabajo entender que alguien no me amó y que tal vez ahora sale con alguien más... duele, y duele bien gacho.
Pero tampoco fue la primera vez que me enamoré de alguien que no me quería y nunca me le fuí encima en una escena de celos. He sentido envidia, pero no he permitido que el sentimiento se apodere de mí al grado de volverme infeliz ante el éxito o la felicidad de otros. Y la verdad también reconozco que a veces hay personas a las que simplemente no les deseas el bien.
Es la naturaleza humana. El reto está en no permitir que el pecado (la envidia) se apodere de nosotros y terminemos con el alma envenenada. ¿Que si vamos a tener momentos de celos, o de desear lo ajeno? ¡Claro que sí! ¡Todo el tiempo! Mientras estemos en este mundo, será uno de los sentimientos que más deberemos experimentar y enfrentar... y yo no soy la excepción.
¿Qué hemos de hacer, entonces? Jesús dijo: "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado, que también os améis unos a otros." (Juan 13:34)
¡Vaya! una conclusión difícil... pero se las pongo más fácil. El "sabio poeta" Arjona escribió en una de sus canciones: bueno no es el que ayuda, sino el que no jode, acuérdese.
Bien, no podemos ir por ahí pretendiendo una vida de santidad las 24 horas del día los 7 días de la semana los 365 días del año. A veces no podemos o simplemente no nos nace ayudar... pero al menos podemos evitar joder a los demás, ¿no? Es una buena forma de empezar...
1 comment:
Hola Liz. Como siempre, me encanta tu manera tan fresca y auténtica de escribir. Todavía no sé por qué mi Yahoo Alerts no me avisa de tus nuevos posts. De cualqueir forma es muy gratificante pasar a "visitarte" aunque sea de manera virtual en las desveladas navegando en el espacio virtual. Es alentador ver que tus lectores aprecian el que trates estos temas que pueden sonar para unos "mochos" o "santurrones" o para otros "morbosos". Es en la variedad de opiniones, gustos y preferencias donde está la riqueza de este encuentro entre tú y tus lectores. Este mirarte en el espejo que te lleva en le fondo al "país de las maravillas" del ciberespacio. Te mando un fuerte abrazo apapachador, en estos fríos días y un cálido beso cariñoso. GW
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