Este 2 de octubre sabe a antaño, con maestros en marchas y el PRI en el
gobierno; estudiantes al pie de guerra, apoyando el movimiento magisterial, esgrimen
nuevamente la consigna "2 de octubre no se olvida", cuando la verdad es que
ninguno de ellos había nacido en 1968... ni
siquiera yo había nacido, vamos.
Mujeres en Francia enseñan los pechos so-pretexto de manifestarse contra el actual gobierno mexicano. Bien por ellas, pero ¿eso qué? Si de verdad enseñar los senos sirviera de algo para cambiar nuestro escenario, yo sería la primera en quitarme el sostén y motivar a las vecinas a hacer lo mismo. Pero no, nada cambia por exhibir públicamente los senos a todo el mundo.
Hashtags, quejas, consignas y llamados a rebelión inundan las redes sociales... pero tampoco sirve. Muchas de las personas que "se movilizan" en redes sociales en realidad no actúan en el mundo real. Y por más que se desgaste uno los dedos despepitando contra el gobierno, eso no cambia nada. Las reformas siguen y los honorables miembros del Congreso las aprueban sin leer, "asesorados" por sus novios o familiares para quienes han garantizado un sueldo al menos durante el tiempo que dure su legislatura...
Movilizaciones y marchas aturden la ciudad, muchas de ellas con intereses legítimos que son minimizados por los ciudadanos en cuanto los manifestantes pisotean los derechos de los habitantes y trabajadores de esta ciudad. ¿Cómo conceder la razón y sentir empatía por la causa de quienes provocan que la gente llegue tarde a sus trabajos, no llegue a sus citas o de plano hasta tengan que cerrar algunos negocios? ¿Cómo identificarse con la causa de aquéllos que impiden que miles de personas, boleto en mano, entren al aeropuerto y alcancen el vuelo por el cual ya pagaron y que tal vez es urgente que tomen por motivos de trabajo o hasta para visitar a un familiar enfermo?
No, tampoco las marchas surten el efecto deseado. Al contrario, cualquier movilización es, de entrada, vista con malos ojos por los capitalinos que amanecen cada mañana pensando en cuál será la marcha de ese día. Al final, cuando el movimiento es disuelto (con violencia, si es preciso) lo que se consigue es que el grueso de la ciudadanía afectada vea con buenos ojos esas acciones "represoras" del Gobierno... un gobierno deficiente que, si bien debe velar por las necesidades de los grupos marginados, también debe garantizar la seguridad y los derechos de los ciudadanos que viven y trabajan en esta Ciudad.
Y mientras tanto, el pueblo de México, mi pueblo, se divide en opiniones por la Reforma Energética, la Reforma Fiscal, la Reforma Educativa, los medios y el apoyo a los damnificados por los desastres...
Cada quien en lo suyo. Cada quien sus propios intereses. Los maestros, a lo suyo. Los empresarios, a lo suyo. Los políticos, también.
Cada quien en su propia esfera sin que podamos ver la obra completa, cada quien emite juicios y opiniones y al final ya no importa, pues a falta de acuerdos el Estado decide por nosotros.
Algunos se inconforman, los demás se agachan y siguen como siempre...
Yo no creo en las marchas. No creo en las consignas de las redes sociales. No creo en manifestaciones públicas ni el exhibicionismo como medios de cambio de nuestra sociedad.
Habrá quién me pregunte: ¿y entonces, cómo?
Francamente, no lo sé. Pero sigo pensando en ello, buscando una alternativa que en verdad sea de utilidad para lograr, primero que nada, una reforma política de raíz, que es lo que necesitamos...
Mujeres en Francia enseñan los pechos so-pretexto de manifestarse contra el actual gobierno mexicano. Bien por ellas, pero ¿eso qué? Si de verdad enseñar los senos sirviera de algo para cambiar nuestro escenario, yo sería la primera en quitarme el sostén y motivar a las vecinas a hacer lo mismo. Pero no, nada cambia por exhibir públicamente los senos a todo el mundo.
Hashtags, quejas, consignas y llamados a rebelión inundan las redes sociales... pero tampoco sirve. Muchas de las personas que "se movilizan" en redes sociales en realidad no actúan en el mundo real. Y por más que se desgaste uno los dedos despepitando contra el gobierno, eso no cambia nada. Las reformas siguen y los honorables miembros del Congreso las aprueban sin leer, "asesorados" por sus novios o familiares para quienes han garantizado un sueldo al menos durante el tiempo que dure su legislatura...
Movilizaciones y marchas aturden la ciudad, muchas de ellas con intereses legítimos que son minimizados por los ciudadanos en cuanto los manifestantes pisotean los derechos de los habitantes y trabajadores de esta ciudad. ¿Cómo conceder la razón y sentir empatía por la causa de quienes provocan que la gente llegue tarde a sus trabajos, no llegue a sus citas o de plano hasta tengan que cerrar algunos negocios? ¿Cómo identificarse con la causa de aquéllos que impiden que miles de personas, boleto en mano, entren al aeropuerto y alcancen el vuelo por el cual ya pagaron y que tal vez es urgente que tomen por motivos de trabajo o hasta para visitar a un familiar enfermo?
No, tampoco las marchas surten el efecto deseado. Al contrario, cualquier movilización es, de entrada, vista con malos ojos por los capitalinos que amanecen cada mañana pensando en cuál será la marcha de ese día. Al final, cuando el movimiento es disuelto (con violencia, si es preciso) lo que se consigue es que el grueso de la ciudadanía afectada vea con buenos ojos esas acciones "represoras" del Gobierno... un gobierno deficiente que, si bien debe velar por las necesidades de los grupos marginados, también debe garantizar la seguridad y los derechos de los ciudadanos que viven y trabajan en esta Ciudad.
Y mientras tanto, el pueblo de México, mi pueblo, se divide en opiniones por la Reforma Energética, la Reforma Fiscal, la Reforma Educativa, los medios y el apoyo a los damnificados por los desastres...
Cada quien en lo suyo. Cada quien sus propios intereses. Los maestros, a lo suyo. Los empresarios, a lo suyo. Los políticos, también.
Cada quien en su propia esfera sin que podamos ver la obra completa, cada quien emite juicios y opiniones y al final ya no importa, pues a falta de acuerdos el Estado decide por nosotros.
Algunos se inconforman, los demás se agachan y siguen como siempre...
Yo no creo en las marchas. No creo en las consignas de las redes sociales. No creo en manifestaciones públicas ni el exhibicionismo como medios de cambio de nuestra sociedad.
Habrá quién me pregunte: ¿y entonces, cómo?
Francamente, no lo sé. Pero sigo pensando en ello, buscando una alternativa que en verdad sea de utilidad para lograr, primero que nada, una reforma política de raíz, que es lo que necesitamos...