Alejandro
Urbano es taxista, pero dice que de joven tocaba el güiro en la banda de Rigo
Tovar.
Me cuenta su historia a grandes rasgos, en unos 15 minutos, mientras me lleva a mi destino…
Nacido en 1962 –según indica su RFC en el tarjetón de identidad– desde chico se hizo en el oficio de la hojalatería, acompañando a un tío que trabajaba para una agencia de Ford.
Me cuenta su historia a grandes rasgos, en unos 15 minutos, mientras me lleva a mi destino…
Nacido en 1962 –según indica su RFC en el tarjetón de identidad– desde chico se hizo en el oficio de la hojalatería, acompañando a un tío que trabajaba para una agencia de Ford.
A los 16 ya trabajaba en un taller, pues su familia era
numerosa y de bajos recursos. En esas fechas, le tocó presenciar el momento en
que dos autos chocaron en la esquina del taller; siendo testigo, insistió para
que los jóvenes que causaron el accidente le pagaran los daños al conductor del
otro carro. Nunca imaginó que ese incidente le cambiaría la vida.
“En ese entonces yo ganaba $70 pesos a la semana”, dijo.
Al ver que el auto del señor tenía la dirección averiada y que no se podía conducir, sacó unas herramientas del taller y lo arregló, sin pensar en cobrarle nada. El señor le ofreció un aventón, pues aunque Alejandro vivía lejos, el conductor del auto averiado vivía aún más distante. Así, Alejandro se subió al coche que lo guiaría a su nuevo destino.
El señor le extendió $50 pesos por la compostura; aunque al principio no quería aceptarlos, Alejandro al final tomó el dinero. Ya con eso iba contento; le habían hecho el día. Cuál sería su sorpresa cuando el señor le dijo que trabajaba para una agencia Ford –casualmente, la misma en la que trabajó su tío cuando él era chico. Así pues, el señor invitó a Alejandro a trabajar en esta agencia.
Él estaba feliz: ya no tenía que irse tan lejos, pues la agencia quedaba a cinco minutos de su casa. Pero lo mejor fue cuando le dieron su pago por la primera semana de trabajo: $240 pesos. De un día para otro, su salario se triplicó. Alejandro estaba tan feliz que de sus primeros sueldos les compró zapatos y ropa a sus hermanos. Pero este fue sólo el inicio de su historia.
“En ese entonces yo ganaba $70 pesos a la semana”, dijo.
Al ver que el auto del señor tenía la dirección averiada y que no se podía conducir, sacó unas herramientas del taller y lo arregló, sin pensar en cobrarle nada. El señor le ofreció un aventón, pues aunque Alejandro vivía lejos, el conductor del auto averiado vivía aún más distante. Así, Alejandro se subió al coche que lo guiaría a su nuevo destino.
El señor le extendió $50 pesos por la compostura; aunque al principio no quería aceptarlos, Alejandro al final tomó el dinero. Ya con eso iba contento; le habían hecho el día. Cuál sería su sorpresa cuando el señor le dijo que trabajaba para una agencia Ford –casualmente, la misma en la que trabajó su tío cuando él era chico. Así pues, el señor invitó a Alejandro a trabajar en esta agencia.
Él estaba feliz: ya no tenía que irse tan lejos, pues la agencia quedaba a cinco minutos de su casa. Pero lo mejor fue cuando le dieron su pago por la primera semana de trabajo: $240 pesos. De un día para otro, su salario se triplicó. Alejandro estaba tan feliz que de sus primeros sueldos les compró zapatos y ropa a sus hermanos. Pero este fue sólo el inicio de su historia.
Jugaba
fútbol los fines de semana y también tocaba en algunas bandas; de hecho,
asegura, llegó a tocar para la banda de quien hiciera famosa la canción del
“sirenito”. Empezó a jugar con el equipo de futbol de los empleados de una
agencia de VolksWagen. En una ocasión, uno de ellos se enteró de que él era
hojalatero, y le dijo que llevara una solicitud de empleo a la agencia de VW. Le quedaba
justo frente a su casa, así que no perdía nada.
Le ofrecieron trabajo, mejor pagado. Así que tres años después de haber ingresado a Ford, se fue con VolksWagen y ahí trabajó durante 25 años, escalando posiciones y llegando a ser gerente del taller. Pero le llegó el momento de jubilarse…
Hoy, a sus 52 años, Alejandro Urbano tiene dos taxis para complementar el ingreso de la pensión, que, además, prefiere conservar intacto tanto como pueda para vivir de ello cuando ya no tenga modo de trabajar y mantenerse por sí mismo.
“Era bueno jugando futbol y era bueno con la música, pero a veces faltaba a mi trabajo por ello, hasta que mi jefe en VW me hizo decidir entre la música o el trabajo, y desde entonces me quedé en mi empleo y no volví a faltar”, me contó.
Urbano está convencido de que el dinero de su pensión no sería suficiente hoy para mantener todos sus gastos y apoyar con los gastos de sus nietos. Pero, además, me queda claro que a sus 52 años no se siente bien metido en su casa, viviendo solamente de la pensión sin hacer nada más.
Llegamos a mi destino. Poco tiempo para narrar una vida. Algunas interrogantes en el aire, pero mi agradecimiento sincero por esta historia que me sacó del estancamiento literario en que había caído…
Le ofrecieron trabajo, mejor pagado. Así que tres años después de haber ingresado a Ford, se fue con VolksWagen y ahí trabajó durante 25 años, escalando posiciones y llegando a ser gerente del taller. Pero le llegó el momento de jubilarse…
Hoy, a sus 52 años, Alejandro Urbano tiene dos taxis para complementar el ingreso de la pensión, que, además, prefiere conservar intacto tanto como pueda para vivir de ello cuando ya no tenga modo de trabajar y mantenerse por sí mismo.
“Era bueno jugando futbol y era bueno con la música, pero a veces faltaba a mi trabajo por ello, hasta que mi jefe en VW me hizo decidir entre la música o el trabajo, y desde entonces me quedé en mi empleo y no volví a faltar”, me contó.
Urbano está convencido de que el dinero de su pensión no sería suficiente hoy para mantener todos sus gastos y apoyar con los gastos de sus nietos. Pero, además, me queda claro que a sus 52 años no se siente bien metido en su casa, viviendo solamente de la pensión sin hacer nada más.
Llegamos a mi destino. Poco tiempo para narrar una vida. Algunas interrogantes en el aire, pero mi agradecimiento sincero por esta historia que me sacó del estancamiento literario en que había caído…