Este fin de semana empecé a ver Cooked, un documental de Netflix que hace énfasis en la necesidad de volver a comer y a cocinar como lo hacían nuestros abuelos: más natural, más orgánico, menos procesado, aprovechando los ingredientes -y los beneficios- naturales de los alimentos.
El documental es presentado por Michael Pollan, escritor y chef, quien había escrito un libro con ese mismo nombre.
Tanto el libro como el documental se dividen en cuatro capítulos, basados en los cuatro elementos fundamentales: Fuego, Agua, Aire y Tierra. Hasta ahora he visto los dos primeros capítulos, de una hora cada uno -luego me conseguiré el libro porque seguramente ahonda mucho más en la investigación.
En el primer capítulo, Fuego, Pollan explica cómo el descubrimiento del fuego en los inicios de la humanidad cambió la forma de alimentarnos, pues a partir de ese momento el ser humano empezó a cocinar sus alimentos. Eso, comenta Polland, nos separó de la forma de comer de otros animales mamíferos: dejamos de comer simplemente raíces, frutos y verduras, y dejamos la carne cruda, o deshidratada y salada. Empezamos a cocinar y a disfrutar la carne y otros alimentos de una manera distinta.
En este primer capítulo, el autor y presentador se encarga de llevarnos al entendimiento de disfrutar la cocina artesanal, básica, sin grandes pretensiones, aprovechando los componentes de cada alimento sin aditivos ni químicos adicionales; simplemente, disfrutar la comida al natural.
El fuego, además, servía de pretexto ideal para reunir a la familia o comunidad al momento de compartir los alimentos. Comer alrededor o cerca de la fogata sería lo más parecido a sentarse en la misma mesa y disfrutar de la comida el día de hoy.
En el segundo capítulo, Agua, Pollan se adentró en la explicación de cómo la industria alimentaria se transformó tras la segunda guerra mundial, promoviendo el consumo de los alimentos enlatados, congelados, en conservas, embutidos y demás alimentos procesados que se crearon para dar de comer a los soldados.
Este tipo de alimentos tuvo un auge cuando, tras la revolución femenina, las mujeres dejaron sus casas y salieron a trabajar. Con menos tiempo para cocinar, las mujeres fueron blanco seguro de la publicidad de empresas como Campbell's, que dirigieron sus anuncios certeros a motivarlas a comprar comida ya hecha. Como decía una amiga mía: "la cena estará lista en un abrir y cerrar de latas." ;)
Y tengo que reconocer que durante algún tiempo yo lo hice así. Pero esa forma de cocinar hizo estragos en mi cuerpo y mi organismo me pasó la factura brutalmente.
Hoy estoy convencida de la necesidad de volver a los orígenes de la cocina. Aunque sigo teniendo en mi despensa un par de latas para emergencias, casi todas mis comidas son hechas de manera orgánica: si quiero una crema de verduras la hago yo misma, desde seleccionar mis verduras en el mercado o supermercado, hasta ponerlas a hervir, licuarlas, añadirles la leche y sazonarlas a mi gusto. Casi no uso nada de grasa. No uso conservadores y sazono la comida con hierbas deshidratadas, pimienta y comino, casi nada de sal.
Como resultado, mi cuerpo me agradece los beneficios de este tipo de comida. Hace ya un año que no sufro las consecuencias de la gastritis ni la colitis, no he tenido malestares en ese sentido, y no he vuelto a padecer el dolor de hígado que me envió al doctor y a hacerme unos estudios en los que se diagnosticó que no podía digerir grasas ni almidones. Creo que me he enfermado menos, en general.
Hoy, mi alimentación es más sana, más orgánica -aunque no al 100%- y me siento mucho mejor. Como menos grasas, menos carbohidratos y mucho menos almidones. Y aunque seguramente tengo un problema metabólico que debo atender con otro médico porque no bajo de peso, me siento muy bien con mi alimentación. A mi hija también le gusta, y eso es lo importante.
Volviendo al capítulo 2 de Cooked, Agua, Pollan explica cómo los guisos y estofados no existieron hasta que el ser humano fue capaz de crear vasijas que resistieran al ser expuestas al fuego. Una vez más, el fuego como primer elemento, pero luego el agua: agua caliente.
Pollan narra cómo el agua hirviendo es capaz de extraer de los alimentos propiedades que en su estado natural, crudos, no podemos digerir, al menos, no tan fácilmente. El agua caliente ablanda la carne y los vegetales, cuece las leguminosas y permite la creación de una nueva variedad de platillos: frijoles, lentejas, arroz, sopa de verduras, estofados, tinga de pollo, picadillo, pastas... ¡Qué delicia!
El fuego y el agua llevaron al ser humano a un estado avanzado de aprovechamiento y disfrute de la comida. Nuevas combinaciones e innumerables opciones para deleitar nuestro paladar...
Ya quiero ver los otros dos capítulos. Por aquí les dejaré mis comentarios en cuanto lo haga :)
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