Si bien estos días me di ciertos permisos con los carbohidratos, mi cuerpo volvió a pedirme verduras y vegetales. Ya es algo necesario, mientras que los antojos de carbohidratos se sacian más rápido que antes, me lleno pronto y si como mucho carbohidrato y pocas frutas y verduras, me duele la panza y me siento inflamada. Es como si mi metabolismo me pidiera volver al balance.
Lo mismo me pasa con mi vida espiritual. Aunque no lo cumplí al 100%, estos días de ayuno me ayudaron a reencontrar lo que sentí perdido el año pasado. A principios de enero me sentía agobiada con las cosas que se me vendrían encima y las que ya traía, pero el tiempo de oración y ayuno, así como las charlas oportunas con personas clave, me ayudó a reenfocar mis energías y a sentir nuevamente la presencia de Dios.
Incluso todo lo que sucede alrededor de mi relación con César se ha ido asentando, fincando un camino claro ante mis pies. Me siento tranquila y en paz, con metas claras para este año en mi vida de pareja, mi vida laboral y otros aspectos de mi vida personal y familiar.
Empiezo febrero sintiéndome en balance; quiera Dios que termine el 2016 de la misma forma.
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