Cuando estaba en la universidad y empezaba a trabajar, me ilusionaba la idea de viajar por el mundo y conocer otros lugares.
En ese entonces, sin embargo, no tenía mucho dinero, no tenía visa americana ni tarjeta de crédito y los viajes que hacía eran cortos y dependía por completo de que las empresas que me invitaban pagaran todos mis gastos. Iba y regresaba cuando ellas lo programaban y realmente no conocía casi nada de los sitios a donde viajaba.
Con el tiempo fui aprendiendo que aunque viajara a la playa no tenía caso empacar el traje de baño, pues generalmente me la pasaba metida todo el día en el salón de conferencias, y como por las noches ya tenían programadas cenas con actividades de integración, pues ni para caminar por la playa me daba tiempo.
Afortunadamente, llegó el momento en que conseguí un empleo que me permitió tener tanto visa americana como tarjeta de crédito y comencé a pensar en viajar a Estados Unidos y quedarme uno o dos días por mi cuenta, para conocer algo e ir de compras.
Peeeerooo, esos beneficios me llegaron cuando ya tenía una hija. Una hija muy ansiosa. Mi única hija, con quien tengo un lazo muy profundo. Así que resulta que viajar por el mundo y quedarme un par de días por mi cuenta me pone ahora en una disyuntiva. ¿Por qué? Pues porque ya no disfruto de los viajes como cuando era soltera.
Ahora que el portal que edito se ha posicionado más, empiezan a llegarnos invitaciones para viajar con más frecuencia no solo a Estados Unidos, sino a otros países, como Panamá y China. Y si bien la idea de viajar me emociona siempre, inmediatamente me inundan las preocupaciones: ¿Cuántos días estaré fuera? ¿Cómo me organizo? ¿Con quién voy a dejar a mi hija? ¡Voy a extrañarla y ella a mí!
Y, de hecho, así me pasa ahora. Cuando viajo más de dos o tres días, mi hija me dice cada vez que le llamo lo mucho que me extraña. (Y no solo ella, ahora tengo un marido que también me pide que regrese pronto, je.) Más aún, me descubro paseando sola por ciudades nuevas, pensando siempre en cómo me gustaría disfrutar de todo eso con mi hija y mi pareja. Y entonces, viajar por asuntos de trabajo ya no es tan divertido como hacerlo por turismo, con la familia.
La semana entrante viajo a China, y desde ya estoy con el estrés de organizar las cosas aquí para que todo fluya en los días que yo estaré fuera. Sé que voy a extrañar a mi marido y a mi hija y sé que ellos me extrañarán también. Y cuando cuento los días que voy a estar fuera me parecen tantos que tengo que recordarme que un viaje tan largo vale la pena el esfuerzo para quedarme y conocer la ciudad más allá de la sala de conferencias del evento al que asistiré. Pero emocionalmente siempre es duro irme tantos días.
No, para mí no son vacaciones si voy sola. Me siento hasta un poco culpable de estar en esos lugares sin mi familia. Tal vez estoy mal, pero así es esto para mí.
Nunca imaginé a mis 20 años que llegando a los 40 mi percepción de las cosas cambiaría tanto...