¿Por qué lo hiciste? Le preguntaba furioso Adrián a su novia desde hacía tres años, Marcela. ¿Por qué? Y en cada cuestionamiento el rostro se le desfiguraba, enrojecido de ira, sólo de recordar la escena que acababa de atestiguar.
Marcela lloraba inconsolable, incapaz de emitir una sola palabra. Sabía que nada de lo que dijera podría cambiar lo sucedido. Cuando lo vio en el camino, con la mirada desconcertada y el alma destrozada, lo primero que pensó fue ¡Dios! ¿Por qué no me avisó que venía? Pero inmediatamente la invadió una oleada de pensamientos y remordimientos. ¿Habría hecho las cosas distinto de saber que lo vería? De ser así, ¿lo habría hecho por la convicción de querer estar con él o solo por el temor de que Adrián se enterara de su amorío? Ahora, mientras lo escuchaba, mientras lo veía desfallecer tratando de contener su impulso de matarla, sólo pensaba, una y otra vez, que si tuviera una sola oportunidad de cambiar las cosas lo haría sin chistar.
Sí, de haber sabido que al final del camino él estaría ahí, con ella, nunca habría abierto la puerta de su corazón a Jacinto. Pero Adrián estuvo ausente tantas veces, cuando ella lo necesitaba, mientras que Jacinto se hizo presente cada día más, desde que se conocieron. Este pensamiento le dio el valor para hablar, finalmente.
- No me eches a mí toda la culpa -se defendió. Adrián la miró iracundo y extrañado.
- ¿Y entonces a quién? -le preguntó. - ¿Al imbécil ése que te estaba manoseando?
- No... porque bien pudo ser otro.
Esta declaración confundió aún más a Adrián, quien a duras penas se contuvo de decirle que era una zorra cualquiera que sólo esperaba ver quién se le ponía enfrente para desahogar sus perras ganas de revolcarse.
Marcela entendió todo esto en su mirada y, a sabiendas de que no tendría más que unos pocos minutos de atención, habló lo más clara y rápidamente que pudo, tratando de que cada palabra suya fuese entendida por el bloqueado cerebro de su novio.
- ¿Recuerdas esta banca? Nos conocimos aquí hace tres años. Regresamos cada semana, cada día, no importaba si llovía o hacía un calor del demonio. No importaba tampoco la hora, pues nos esperábamos, así fuese todo el día. Hasta que decidimos trabajar duro por la casa de nuestros sueños, a donde llegaríamos todas las noches y ya no nos separaríamos más. Pero por más trabajo que tuviera, yo seguí viniendo aquí cada día, durante meses. Te esperé bajo la lluvia del verano y en medio del frío viento que tira las hojas de los árboles en otoño. Aún pudo mi corazón resistir el embiste de tu ausencia bajo el gélido invierno, pero, al llegar la primavera, una tarde encontré a alguien en esta banca.
Me dijo que tenía mucho tiempo viendo cómo pasaba los días sola, como esperando un milagro, con la mirada puesta en ese camino por el que llegaste hoy, por el que llegaste muchas veces antes, empapado de lluvia o de sudor, tras caminar largo rato bajo el sol. Te escribí muchas veces, la mayoría, sin respuesta, y a veces recibí un recado escueto no me permitía saber si, a pesar de lo duro de tu empleo, me tenías tan presente en tu alma como yo a tí en la mía.
A pesar de todo, vine semana tras semana, con la esperanza de encontrarte, pero seguía encontrándolo a él en esta banca, y no a tí. Hasta que un día, me descubrí buscándolo a él. De modo que no te culpo, pero tampoco puedes tú cuestionarme de esa forma, cuando hace mucho que mi corazón te siente lejos y ajeno.
Marcela supo que Adrián la había escuchado porque él permaneció apenas unos segundos en silencio, tratando de asimilar lo que le dijo. Ella aprovechó ese instante para dar la vuelta y salir corriendo de ahí. Se alejó lo más que pudo, con la velocidad de quien lleva al diablo pisándole los talones. Y mientras lo hacía, sólo una idea quedó en su cabeza: el día que conoció a Jacinto, cuando su corazón dio un vuelco al ver esa sonrisa torcida y encontró sus ojos calmados. En ese momento ella supo que su vida podría cambiar, de no mandarlo al demonio... y no lo hizo.
Si hoy pudiera volver el tiempo atrás, a esa encricijada del camino, ¿cuál sería su decisión?
1 comment:
Qué bárbara, me dejaste frío imaginando la escena... con esta versión, muy a tu manera, de "Cruz de Navajas". JB
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