Una de las cosas más difíciles de sobrellevar es reconocer la culpa... siempre es más fácil echarle la culpa a los demás, aunque en el fondo sepamos que las cosas serían distintas si nosotros hubiésemos hecho o dicho algo de manera distinta.
Hoy fui al parque México con Vale y unos amigos. Ella y su amiguita hicieron unos vitrales... no es por nada, pero el de mi hija quedó bien bonito... como que se le dan las manualidades, je.
Cuando terminaron, les dieron ganas de ir a brincar a un brincolín, así que caminamos al otro lado del parque. En el camino me di cuenta de que Valeria llevaba el vitral como charola de mesero, así que le recomendé que lo sostuviera por las orillas con ambas manos, para que no se le cayera. Ella se volteó y me dijo algo así como que no era tonta y podía llevarlo sin problemas.
Decidí callarme para no echarle la sal, como dicen por ahí. Pero ahora comprendo por qué las mamás se vuelven tan insistentes sobre cierto tema. Es odioso saber que algo puede pasar y que eso tan temible suceda al fin.
En un descuido, la amiga de Vale pasó corriendo junto a ella y le empujó la mano en la que llevaba el vitral, el cual salió volando y cayó en el piso. Yo temí lo peor, aunque respiré cuando vi que no se hizo añicos. Sin embargo, no se salvó. Ahora ostenta una rajadura que lo cruza de lado a lado justo por la mitad. Obviamente nunca volverá a verse bien.
Esto le dolió mucho a mi hija, porque puso todo su empeño y desde la semana pasada estaba muy emocionada por pintar su vitral. Inmediatamente empezó a llorar y culpar a su amiguita del accidente, pero lo cierto es que ella también tuvo su parte de culpa en esto, pues yo ya le había advertido lo que podría suceder.
Aunque en ese momento logré tranquilizarla y pasamos el resto de la tarde a gusto, cuando llegamos a la casa y volvió a ver su vitral el entró el sentimiento otra vez y estuvo un muy buen rato llorando en la cama antes de conciliar el sueño, culpando a su amiga hasta de la contaminación global (neto, no estoy exagerando...)
Yo opté por salirme de la recámara y dejar que finalmente el sueño la venciera, pues ya me estaba enojando que dijera que la próxima vez ella le tirará el vitral a su amiga, para desquitarse. Se que se le pasará y que no lo hará, pero por lo pronto le dolió mucho lo que pasó, porque su vitral nunca se verá como nuevo y porque seguramente en el fondo reconoce, muy a su pesar, que es cierto que si ella me hubiera hecho caso su vitral no se habría roto.
Sin embargo ya sucedió y no hay cómo repararlo... así que le resulta más sencillo buscar culpables en vez de reconocer que ella también tuvo su parte de responsabilidad.
Al final, creo que así somos todos en realidad. En todo momento de la vida siempre es más fácil repartir culpas antes que aceptar que podríamos haber hecho las cosas de manera distinta, y que si algo se echó a perder fue también porque no hicimos o dijimos lo que debíamos en el momento adecuado.
Triste lección para mi hija, la de hoy. Para mí, un recordatorio de cómo funcionan las cosas en la escuela de la vida. A final de cuentas, yo le sigo aprendiendo a ella...
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