Hace unos días platicaba con una amiga que padece un trastorno psicológico obsesivo-compulsivo (TOC) que le ha generado problemas, ella siempre ha querido tener control de las cosas y le resulta muy difícil aceptar que la batalla contra el TOC no debe pelearse, sino asumirse.
Yo le conté de cuando me diagnosticaron la distimia, que se siente como si te diagnosticaran una enfermedad crónica de por vida, casi incurable, y es que en cierta forma así es. Pero al mismo tiempo para mí fue liberador, porque pude entender que muchas de mis depresiones no tenían una verdadera raíz, sino que al aquejarme la distimia las emociones se enraizaban de sentimientos subyacentes, encontraban un motivo y se afianzaban de él para deprimirme. Cuando entendí que eso no era mío, pude enfrentarlo mejor.
Y es que el secreto para afrontarlo no fue pelear contra mi enfermedad, sino aceptarla. Reconocí mi padecimiento y ello me ayudó a separar mis emociones de los sentimientos trastornados por la distimia. Sí, ocasionalmente me entristezco o me llego a deprimir, pero ya no me engancho en ello. Ahora dejo que las emociones sigan su camino, que fluyan y se vayan. Antes, al buscar la razón de mi depresión siempre encontraba "motivos de fondo", situaciones que servían de caldo de cultivo para incrementar los sentimientos nocivos. Y me dejaba ir. Y me deprimía sin motivo real, pero al mismo tiempo no podía controlarlo.
Traté durante años de combatir estos sentimientos, que además se exacerbaban cuando mis relaciones amorosas no iban bien, creando verdaderos cócteles emocionales que llegaron a volverme loca por ratos, literal.
Así, terminé por reprimir mis emociones, pues me daba miedo darles vuelo, darles poder sobre mí.
Pero cuando la psicóloga me diagnosticó la distimia y me trató durante la terapia, pude aceptar esa parte, minimizarla y concentrarme en las emociones reales. Fue liberador.
Bueno, liberador en cierta forma, porque retuve bajo control muchos sentimientos. Descubrí que podía vivir mejor, más tranquila y más serena. Y cuando pruebas esa calma, ya no la quieres perder.
Hasta ahí todo bien. El problema fue que no lograba soltar mis sentimientos con mi novio. Él, quien se tomó el tiempo para conocerme de verdad, que no salió corriendo al descubrir mis locuras y mis trastornos, que se quedó conmigo a pesar de todo... con quien tengo planes de hacer una vida en conjunto... y aún así no podía dejar fluir todo lo que siento por él.
La verdad es que tenía miedo de soltar mis emociones otra vez. Miedo de que se liberaran como caballos salvajes, miedo de que las emociones se volvieran demasiado poderosas y me agobiaran, y me enloquecieran... y no quiero volver a ese oscuro sitio otra vez... nunca más.
Pero entendí que no era justo para él, y que en algún momento yo debía soltar mis emociones y mostrarle mis sentimientos, todos... abrirme por completo. Y bueno, no fue fácil, tuvimos un par de discusiones por este tema hasta que finalmente yo le espeté mis temores... y él los entendió, y me abrazó.
Y me abrí otra vez. No puedo decir que todo fluye como si una presa se hubiera roto, pero sí estoy dejando salir mis sentimientos sin temor. Y se siente bien. Se siente bien estar enamorado y bien correspondido. Se siente bien dejarse llevar. Se siente bien soltarse y disfrutar. Sí, se siente bien... :)
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