31 de diciembre de 2020. El año de la pandemia del coronavirus SARS Cov2 o COVID-19.
No voy a entrar en detalles pues toda la información sobre este virus y sus consecuencias está disponible en internet. Solo diré que, un año después de haber sido descubierto en Wuhan, China, este virus ha contagiado a más de 83 millones de personas en todo el mundo, de las cuales han muerto un poco menos de 2 millones (1.8), según las cifras oficiales.
En México, los números indican casi millón y medio de personas contagiadas, con casi 130 mil fallecidos. Si a estas cifras sumamos los miles de muertos por otras enfermedades, como cáncer o diabetes, los asesinados por la delincuencia organizada, el narcotráfico, la delincuencia común o la violencia intrafamiliar, los que han muerto por hambre o frío, o aquellos que se han quitado la vida en medio de su desesperación, los números se vuelven escalofriantes.
Cientos de miles de familias se enfrentaron este fin de año a mesas con lugares vacíos, que nunca volverán a ocupar sus seres queridos... Y solo pensar en eso hace que uno se sienta afortunado de seguir vivo, seguir con salud y de tener cerca a familiares y amigos que siguen luchando la batalla del día a día.
A pesar de que miles de personalidades famosas, políticos, artistas y deportistas sucumbieron ante el Covid-19, no ha sido suficiente para que cientos de miles de personas entiendan la gravedad y la letalidad de esta enfermedad. Tristemente, en México y el mundo miles de personas siguen reuniéndose a festejar o están de vacaciones en playas y centros turísticos, aumentando su exposición al virus y ayudando a su diseminación.
Hace 9 meses, cuando empezó el aislamiento en México (el aislamiento voluntario, porque el Gobierno no declaró cuarentena sino hasta abril), la mayoría de la gente no creía que fuera a tomar tanto tiempo superarlo; después de todo, ya habíamos sobrevivido otras epidemias en el mundo.
Pero no. El Covid-19 llegó para quedarse.
Los investigadores médicos no han logrado descifrar cómo contener la propagación de este virus. Las vacunas se están autorizando, produciendo y distribuyendo a una velocidad inusitada, pero estamos un año tarde. Y todo indica que las cosas no mejorarán realmente antes de 2022, pues en muchos países el proceso de vacunación de la población será lento y gradual.
Mientras tanto, el virus ha mutado un par de veces. Y las nuevas cepas parecen ser más fuertes, o resistentes, que la cepa original. Como dije: vamos tarde. Mientras que los forenses realizan minuciosas autopsias para entender mejor el comportamiento del virus, éste cambia de forma acelerada, transmitiéndose de un cuerpo a otro en cuestión de minutos, reforzándose y mutando. El mundo no estaba preparado para esto.
Y eso me lleva a una serie de reflexiones sobre todo aquello para lo que el mundo no estaba preparado y que la pandemia sacó a la luz bruscamente:
1. Los avances médicos y científicos no pudieron frenar la propagación del virus
Sí, está bien, yo no soy médico y tal vez estoy hablando a la ligera, pero mi opinión se basa en la observación de algunos hechos:
* No hubo un sistema predictivo, como los sistemas de monitoreo y predicción de fenómenos meteorológicos, que permitiera advertir sobre una posible amenaza inminente de manera que los gobiernos prepararan a sus sistemas de salud.
* La mayoría de los países afectados por la pandemia no cuentan con equipo médico suficiente para atender a los pacientes de esta enfermedad, o cualquier otra similar que pudiera haberse presentado.
* La estrategia de contención del virus se basa en protocolos como el distanciamiento social, el aislamiento, el uso de cubrebocas y el lavado constante de manos. Pocos medicamentos o suplementos existentes ayudan a paliar los síntomas de la enfermedad y en gran medida depende del estado de salud de cada individuo el salir adelante o sucumbir.
2. La tecnología ayuda, pero hay que implementarla
Tan pronto se diseminó la epidemia, varios fabricantes de productos de analítica de datos e inteligencia de negocios ofrecieron sus soluciones para ayudar a monitorear la propagación del virus, así como la evolución de los pacientes, rastrear con quiénes tuvieron contacto y predecir la curva de contagios.
Estas soluciones no se crearon de la noche a la mañana. Han estado disponibles por años, pero son pocos los hospitales o centros de salud que han implementado este tipo de tecnologías. Lamentablemente, las instituciones de salud pública con bajo presupuesto seguirán sin poder implementar tecnologías de análisis de información, pero probablemente muchas instituciones de salud privada, o algunos organismos públicos con presupuesto disponible, sí harán uso de estas soluciones de ahora en adelante.
Otras tecnologías que encontraron oportunidad de negocio fueron las cámaras de videovigilancia con sensores térmicos, los dispositivos para pagos sin contacto, los chatbots, la automatización de procesos y hasta los drones.
3. La brecha tecnológica se hizo más notoria que nunca
Si algo quedó en evidencia, fue la profundidad y anchura de la brecha tecnológica en muchos países.
Hablando de México, la falta de cobertura de acceso a internet, así como el costo de los servicios de conexión, fue un problema que, si bien no es nuevo, salió a relucir cuando más gente necesitaba mantenerse conectado para comunicarse con sus familiares y amigos, para trabajar remotamente, estudiar en línea o simplemente para entretenerse mientras se guarda la cuarentena.
Aunque una parte de la población urbana cuenta con teléfonos celulares de gama media o alta, computadoras portátiles, tabletas y hasta televisores inteligentes en casa, una gran parte de la población, sobre todo en zonas rurales o gente de bajos recursos económicos, a duras penas puede tener un celular de gama media con datos prepagados. Este sector de la población no tiene acceso a servicios como banca en línea para hacer sus pagos, mucho menos para pedir compras a domicilio y pagar por internet o a través de su teléfono.
Estas personas son quienes tienen necesidad de salir de sus casas para trabajar, para comprar lo que necesitan, para pagar sus servicios... y son quienes más expuestos quedaron a los contagios, no por imprudencia, sino por necesidad.
4. El sistema educativo no está listo para la educación a distancia
La pandemia tomó por sorpresa a todo el mundo. Las escuelas se vieron forzadas a cerrar sus puertas y ofrecer alternativas para clases en línea. Francamente, fue un reto insalvable para algunos colegios. Si las escuelas privadas tuvieron problemas, las públicas simplemente se las vieron negras.
Me tocó presenciar cómo el colegio de mi hija tuvo que implementar soluciones tecnológicas para habilitar videoconferencias para todas las clases y así continuar con la dinámica de las clases. Con todo, fue un final de ciclo 2019-2020 muy accidentado y complicado, tanto para estudiantes como para maestros.
Durante el descanso de verano, el colegio capacitó a los maestros y mejoró la infraestructura tecnológica. El primer semestre del ciclo 2020-2021 se sintió más fluido. Aún así, muchos alumnos tenían problemas para conectarse, otros se enfrentaban a situaciones como fallos en sus computadoras, cortes de luz o interrupciones familiares. Todo ello derivó en distracciones que no eran comunes para los alumnos. Mi hija terminó el semestre como Dios le dio a entender (y con mucha ayuda de sus compañeros de clase).
Para las escuelas públicas, donde la mayoría de los alumnos tiene más restricciones para conectarse a internet, las clases en línea simplemente no se lograron concretar. El gobierno lanzó un programa de Televisión Educativa no interactivo que, en mi opinión, deja mucho qué desear.
Ante este escenario, muchas escuelas cerraron. Otras se enfrentaron a una reducción de los alumnos inscritos porque los papás no querían pagar clases que los alumnos no aprovecharían, o no podían pagar más las colegiaturas porque se quedaron sin empleo. Muchos padres sacaron a sus hijos de la escuela hasta que se reanuden las clases presenciales.
5. Muchas empresas no tuvieron la agilidad para montarse a la ola digital
Así como las escuelas, las empresas tuvieron que renovarse y digitalizarse rápidamente. Sin embargo, no todas las organizaciones lograron innovar y evolucionar tan rápido y, cuando la crisis las alcanzó, no lograron sobrevivir.
Miles de restaurantes y comercios, forzados a bajar sus cortinas de forma intermitente durante los meses de la pandemia, terminaron cerrando definitivamente. Todas las empresas del sector turístico, aerolíneas y hoteles sufrieron graves afectaciones a su negocio. Interjet está a un paso de la quiebra y los trabajadores amagan con ir a huelga (como los de Mexicana de Aviación) si no se les paga.
La cadena Best Buy quebró el negocio en México. Y para mí es un ejemplo de negocio que no logró aprovechar la oportunidad de las ventas en línea porque sus precios no eran competitivos con los de vendedores en marketplaces como MercadoLibre o Amazon, o tiendas de conveniencia como Sams o Walmart. Vamos, que hasta en Liverpool.com podía uno encontrar mejores ofertas que en Best Buy.
6. Los negocios que se reinventaron lograron sobrevivir
Contrario a lo anterior, muchas empresas, desde grandes corporativos hasta MiPyMEs, encontraron la forma de salir adelante y mantener sus operaciones. Algunas, solo se mantuvieron a flote. Otras mejoraron incluso sus ingresos.
Como ejemplo, algunas productoras de cervezas y licores adaptaron su negocio para fabricar gel antibacterial. Un taller que fabricaba alebrijes comenzó a vender cubrebocas y caretas artesanales. Varios vecinos le hicieron frente a la crisis vendiendo tapetes sanitizantes, guantes, cubrebocas o comida a domicilio.
Supe de una fonda que empezó a vender comida a domicilio, cambió su menú y empezó a mandar mensajes por redes sociales. Meses después, la dueña de la fondita dijo que estaba vendiendo más que cuando atendía a la gente en el local.
Otros restaurantes se montaron a plataformas como Uber Eats o Rappi, desde donde recibieron pedidos que les ayudaron a mantener el negocio.
Y hablando de Uber y Rappi, estos servicios, junto con Didi y los servicios de mensajería y paquetería, experimentaron un incremento impresionante en sus operaciones. Algunas de estas empresas tuvieron problemas para cumplir con las entregas, pero otras crecieron ante el reto. Incluso MercadoLibre habilitó su propio servicio de entregas así como repartidores independientes, lo cual le permitió mantener sus entregas incluso antes de la fecha programada.
Algunas cadenas de cines empezaron a ofrecer funciones en formato de auto-cinema. Y también, en el Reino Unido, algunos conciertos se ofrecieron bajo este esquema... hasta que, claro, no faltó quien se bajara de su coche y se codeara con otros asistentes, como si nada.
Cabe mencionar que las ferreterías, tlapalerías y tiendas de artículos para el hogar vieron una ventana de oportunidad: encerrados en casa por cuarentena, mucha gente aprovechó para hacer ajustes y remodelaciones.
Los servicios de cursos en línea también vieron un auge, sobre todo los relacionados con cocina, jardinería, pintura o idiomas.
Y, a falta de gimnasios, el aumento en las vistas de video para ejercitarse en casa se acompañó de compras de ropa para ejercicio, accesorios, tapetes de yoga y otros equipos de acondicionamiento físico. El negocio de las bicicletas también reportó ganancias.
7. Los gobiernos no han podido proteger a quienes tienen necesidad de salir
Digo "los gobiernos" de forma generalizada aunque reconozco que algunos países sí han procurado todas las medidas necesarias para salvaguardar a sus ciudadanos.
Principalmente los países asiáticos, como Corea del Sur, China, Japón o Singapur, han mantenido controlada la pandemia debido a que, tradicionalmente, son sociedades disciplinadas. También influye que mantener la distancia social no es un inconveniente para ellos, y a que están más acostumbrados a obedecer órdenes y seguir protocolos, como usar el cubrebocas constantemente, no tocarse y lavarse las manos con frecuencia.
Pero, además de ello, el gobierno de esos países ha implementado tecnologías y programas para desinfectar espacios y garantizar la sana distancia, incluyendo el uso de drones.
Otros gobiernos han implementado toques de queda, para forzar a la gente a quedarse en casa. Pero han liberado recursos a través de programas de apoyo para empresas y desempleados por causa de la crisis económica derivada del Covid.
Sin embargo, no ha sido suficiente para evitar que la gente salga a trabajar. Y es en la calle, en las aglomeraciones, donde el virus ha encontrado un caldo de cultivo para seguir diseminándose.
Si a esto le sumamos que hay países, como México, donde no solo no se procura una desinfección satisfactoria de los lugares públicos, sino que además no se apoya a las empresas y el personal se ve forzado a salir de sus casas para trabajar presencialmente, el riesgo de contagios se eleva exponencialmente. No por nada México ocupa el sitio 13 de contagios y el 4 en muertes por Covid a nivel mundial.
8. No estamos listos, ni dispuestos, a mantener la distancia social prolongada
Una de las cosas más difíciles para el ser humano, gregario por naturaleza, ha probado ser el aislamiento. No todos estamos listos, ni dispuestos, para vivir separados de la gente como ermitaños. La mayoría gozamos de pasar tiempo con familiares y amigos, salir al cine, comer en restaurantes o ir a reuniones.
Personalmente, una de las cosas que más trabajo me ha costado es ver a mi hermana sin poder abrazarla o besarla. Antes de las fiestas me tocó hacer algunas entregas de regalos navideños... regresé triste a casa, con el corazón roto por no poder abrazar a nadie y sentirme tan lejos y tan cerca de ellos.
Esa necesidad de reunirnos y de abrazarnos ha llevado a mucha gente a romper la cuarentena, contagiándose y contagiando a otros en ese afán de compartir un tiempo juntos. Tal fue el caso del compositor Armando Manzanero, quien estuvo en un evento público en Mérida, donde se contagió y quince días después, falleció por complicaciones relacionadas con el Covid.
9. El hartazgo y la indiferencia pueden tumbar toda una estrategia de sanidad
Más allá de la necesidad de reunirnos, la cual es dolorosa pero puede manejarse con paciencia y tolerancia, son la frustración, la desesperación y el hartazgo lo que han dado al traste con las estrategias de aislamiento en muchas partes del mundo.
Imágenes de gente aglomerada en las playas en Brasil, México, California, el Reino Unido y otros países de Europa han dado la vuelta al mundo, entre expresiones de indignación. Quienes están en esas playas, o en centros comerciales o sitios turísticos, no están ahí por necesidad (salvo los trabajadores) sino por el mero afán de pasear, de salir de sus casas, de "descansar".
Yo entiendo y soy solidaria con quienes tienen que salir a trabajar para ganarse el sustento. También entiendo a quienes tienen que salir a comprar cosas, pagar servicios o realizar diligencias, alguien lo tiene que hacer. Pero andar de paseo en un ambiente de pandemia no es justificable. No en mi opinión.
10. No podemos entender lo que no podemos ver
Finalmente, si algo me queda claro es que seguimos sin ser capaces de entender lo que no podemos ver. Creer en los virus que transmiten enfermedades es como la fe religiosa, es algo invisible a simple vista.
A pesar de la globalización y de toda la información disponible en internet, aun hay gente que no cree, o al menos no le da importancia, a lo que sucede en otros países, porque al no verlo con sus propios ojos, no es algo "que sea real". Muchas veces creo que ver los noticieros es casi como ver películas o series: llenos de imágenes surreales, ficticias, lejanas...
Así ha sido el Covid para mucha gente, algo etéreo, falso, una "teoría conspiracionista" o, en el mejor de los casos, "una estrategia de los gobiernos para reducir la población".
Tristemente, mucha gente negó la letalidad del virus hasta que alguien cercano se contagió y falleció. Algunos vlogguers e influencers retaron los esquemas de salud y se contagiaron. Porque, como dijo Tomás, el discípulo incrédulo: "si no veo y toco las llagas de Cristo, no creeré que ha resucitado". Hasta no ver, no creer, dice el dicho ahora. Y así, mucha gente sigue caminando diariamente, arriesgando su vida por no darle la importancia debida a un microscópico bicho que está poniendo al mundo de cabeza, un bicho microscópico para el cual todavía no hay cura segura, un virus invisible que está mutando, multiplicándose y ganando las batallas en todos los países que infecta. Ahí está, afuera, en todas partes, y ahí seguirá por mucho tiempo... aunque no lo podamos ver.
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