Yo sé que la sola palabra hace que muchos sientan escalofríos, pero la verdad que a mí me han tocado suegritas encantadoras. Ya desde la prepa siempre fuí el tipo de chava que cuando es presentada ante los papás del novio, obtiene el visto bueno... imagino que por ser cándida, bien portada, amable y acomedida (así me educaron, ¿qué puedo hacer?)
También creo, hoy por hoy, que ello ha sido causa de que muchos hombres salieran corriendo despavoridos. No sé por qué, pero así como a las mujeres luego nos gustan los tipos gandallas, a los hombres les gustan las zorras, digo, las mujeres más atrevidas y menos del agrado de papá y mamá.
Con todo, no creo que mi carácter sea un error, y después de tantas historias de terror sobre las suegras, creo que tampoco es malo caerle bien a la señora. Lo que pasa es que en mi caso no me ha funcionado la relación con el fulanito en cuestión. De pronto pienso que no se puede tener todo en esta vida, pero conozco no uno, sino varios casos en los que las afortunadas mujeres se llevan un buen marido y una suegra amable.
Así, para reivindicar un poco el tan malogrado concepto, aquí van tres casos de suegras que me tocó tener y a quienes extraño aún después de que he terminado la relación con sus engendros.
1. Doña Lulú.
Ella fue la mamá de L, el novio que tuve a finales de la preparatoria y gran parte de la universidad. La señora adoraba a su hijo y aún así siempre me defendía y me aconsejaba para que no me dejara tratar mal por él. Siempre me sentí a gusto en su casa, aún cuando no estuviera él. Cuando tuve que salirme de casa de mis papás, la señora me apoyó mucho.
Como ella se quedó en mi lugar cuando dejé de ser recepcionista del consultorio dental para tomar mi primer empleo como periodista, seguí viéndola (en mis visitas al dentista) aún cuando yo ya había terminado con su hijo. Así, la señora supo que viví sola, que me enamoré nuevamente y que finalmente me embaracé. Entonces, se puso a bordar chalequitos para mi nena que yo atesoré, sobre todo porque, poco después, doña Lulú enfermó gravemente y falleció a causa de un tumor cerebral.
Descanse en paz, que aún la llevo en mi corazón...
2. Doña María.
Ella, de alguna forma, seguirá siendo "mi suegra". Aunque ya no estoy con su hijo, hay un vínculo para toda la vida. Doña María es mamá del papá de Valeria, osea, la abuelita de mi hija. Aún cuando la conocí hasta que ya estaba yo embarazada, la señora se portó siempre muy linda conmigo.
Se turnaba con mi mamá para cuidar a mi hija cuando bebé, y así le enseñó muchas cosas. Como la cuidaba en mi casa, a veces me hacía de comer o se ponía a lavar los platos. Mientras la nena dormía, la señora buscaba qué podía coser o limpiar, jejejejeje. Sí, me daba pena, pero la verdad era un alivio que se ocupara de mi lugarcito, sobre todo cuando ya les conté que a mí me chocan las tareas del hogar.
La verdad, tomando en cuenta el concepto de que las suegras son bien fisgonas y nomás andan viendo si la nuera les atiende bien al hijo o no, yo me fuí de gane con una que no sólo no me criticaba, sino que me hacía el quehacer y me daba la razón.
¿No les da envidia?
3. Doña Lucía.
Ella es la mamá de J, el más reciente tropiezo amoroso de mi vida. Cuando la nostalgia me invade y me lleva de vuelta a Colombia, trato de recordar todo lo malo para echar fuera las memorias que me oprimen el corazón. Pero no es posible, ni es justo, olvidar a quien se portó tan linda y me trató tan bien.
Doña Lucía me procuró muchas atenciones, desde mi llegada. Como decimos por acá, "alcahueteó" a su hijo para que durmiéramos juntos (yo me pregunto qué madre mexicana permite que la novia, por mucho que la conozca, duerma en la misma cama de su hijo). ¡Hasta me compró lencería sexy!
Por sobre todo, con el paso del tiempo, en los días lluviosos, recuerdo el chocolate caliente y los tintos que la señora me preparaba, y la extraño mucho, extraño mucho ese lugar.
¡Qué lástima, J!
2 comments:
No, no, no! El tuyo es un caso aparte, eh? No puede ser que te hayas topado con tantas suegras lindas.
Yo conozco a UNA suegra que es un amor, las demás son como leyendas urbanas.
Qué suertuda y sí: qué envidiota que me da! =P
Te comprendo perfectamente. Nunca he sabido lo que es tener una mala suegra. Yo también he tenido muy buena suerte con mis suegras. Todas me han querido mucho, inclusive hasta se han puesto de mi lado en caso de controversia. Cuando he terminado con mis novias, me han llorado más mis suegras que las susodichas... Me siguen saludado muy bien cuando nos encontramos fortuitamente en la calla. Fuera de tener achaques de gente mayor, hasta la suegra actual es bastante aceptable. Hubo una chica con la que salía hace 20 años, que en cuanto conocí a su mamá me gustó más que la hija (jejeje). La señora tenía 44 años y su hija 22, y se la llevaba de robo en personalidad y belleza. Dejé de salir con la chica, por supuesto... pero no para empezar a salir con la mamá (jajaja) que todavía estaba casada con el marido (que fue quien en vez de mejorar, empeoró la razá...). Un abrazo. GW
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