Hace unos días, en el camino a casa había una piedrita en el camino. Se me ocurrió patearla. Después la volví a patear y pensé que sería buena idea que entre Vale y yo fuéramos pateando la piedrita hasta la casa, para hacer el trayecto más divertido. Le gustó. Ahora, cada que encuentra una piedrita en la calle, le da por que la vayamos pateando hasta llegar a la casa.
Es divertido, salvo en las ocasiones que la piedra sale de la banqueta y queda bajo algún carro, en plena avenida o en algún charco, donde ya no la podemos recuperar. En vez de decir "ni modo", Valeria empieza a buscar piedras que seguir pateando el resto del camino, y eso llega a ser tedioso... es como que no puede dejar esa piedra atrás, ahí, en el camino, y se empeña por conseguir otra en vez de seguir caminando como si nada.
Sin embargo... hoy creo que soy algo similar... en lo que se refiere a las piedras -y hasta rocas- que se cruzan en mi vida.

En fin... la variedad de piedras, rocas y piedritas es tal que enriquecen nuestra vida. El secreto radica en entender qué piedras podemos cargar y llevar con nosotros y cuáles hay que dejar, porque son muy pesadas para llevarlas con nosotros o porque tal vez son filosas, o estén llenas de bichos. A final de cuentas, no son más que objetos del camino y hay que dejarlas atrás sin rencores, ni pasiones. En resumen, hay que aprender a observar el paisaje y dejarlo como está.

Yo he tratado en verdad de crecer y ver más allá de lo que mis alocados sentimientos me dejan. Y de vez en cuando, como hoy, llego a tener pequeñas revelaciones que me ayudan a esclarecer el sendero delante de mí: Yo soy Valeria, obsesionada con esas piedritas que se me pierden en el camino, tratando de sacarlas de debajo de los carros, buscando nuevas piedras de tropiezo que llevar pateando de regreso a casa a ver si alguna me agrada lo suficiente como para meterla a mi hogar y conservarla.
Lo cierto es que me cuesta mucho trabajo simplemente dejar que algunas piedras se queden donde están, porque me gustaron mucho y no las quiero dejar ahí. Sin embargo, hay que aprender también a soltar, a desprenderse, a seguir...
Y en este proceso sigo, aprendiendo y, espero, creciendo. A ver si esta nueva visión me ayuda si no a dejar de tropezarme, sí a dejar las piedras donde están y no pretender llevarlas conmigo... ni aunque sea a patadas.