Siempre he sido de la idea de que uno no debe ir por ahí divulgando lo que hace, y que a la gente normalmente no le interesa todo lo que hacemos, así que debo aclarar que el motivo para documentar -brevemente- lo que hago estas vacaciones es una imperiosa necesidad de escribir algo, de no apartarme del todo de la escritura ni la computadora... y escribir una reflexión al final de cada día de descanso me parece un buen pretexto para retomar mi blog.
Este día fue mucho más relajado, en realidad, con los elementos básicos que deben impregnar las vacaciones: me levanté tarde, almorcé tarde y en pijama, y pasé la tarde fuera con mi novio.
Sin embargo, una anécdota que vale la pena destacar es que, al mediodía, mi hija y yo salimos a pasear con la perrita, con toda la intención de cansarla para que al regresar a casa dejara en paz a mis pobres gatas.
Pues bien, al llegar al puente peatonal, la perrita sufrió tal ataque de ansiedad que tuve que cargarla para poder subir las escaleras. Creo que la idea de ver tantos huecos entre los escalones le causó inseguridad... y es que ¿quién no sintió miedo nunca de que se le vaya el pie por entre los escalones de los puentes? Yo sí lo he sentido, al menos cuando era niña.
Y tal cual, como si fuera una niña pequeña, para poder subir y bajar, tuve que cargar a la perrita, y se me abrazó como un bebé :P
Sí, sí, sí... ya sé. La estoy consintiendo mucho, y ella tiene que acostumbrarse a subir y bajar las escaleras, así que en el trayecto de regreso la hice bajar tras de mí. Pero de ida tenía que ayudarla a tomar confianza, era su primera vez subiendo un puente peatonal y, repito, a veces pueden ser bastante atemorizantes, ¿o no?
PD: Mi novio me dijo hoy que sí le gustaría tener un hijo conmigo. Y no, no es el día de los inocentes. Me ha dejado pensando muchas cosas que aún no estoy lista para escribir, así que eso será motivo de otro post... más adelante.
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