Cíclica. Siempre dando vueltas, siempre girando y volviendo al mismo punto. Siempre subiendo y bajando. Y, aunque hay sus excepciones, siempre predecible.
El punto es saber cuándo bajarse. Cuándo se cansa uno de verle el rabo al caballo de enfrente, de pisar la mierda que dejan los que van adelante. Cuándo despierta uno de su realidad, como en Matrix, y decide bajarse del caballo, el cerdo, el elefante o el correcaminos en el que se encuentre montado. Dejar ese carrusel y buscar su sueño en los carritos chocones, la montaña rusa o la canoa krakatoa.
El punto es que no todos sueñan. Y de los que sueñan, algunos se conforman. De los que no se conforman, no todos se atreven a dar el paso para cambiar su vida. De los que se atreven, algunos están confundidos. De los que sí saben lo que quieren, algunos no saben cómo lograrlo. ¡Dios! Eso reduce bastante el porcentaje de los que consiguen lo que quieren en esta vida, ¿verdad?
Pero olvidé el factor "yo-te-quiero-y-creo-que-no-vas-a-conseguirlo,-mejor-no-lo-hagas-para-que-no-te-des-el-frentazo-de-tu-vida". Frecuentemente, éste es encarnado por familiares o amigos que intentan convencer a los audaces de que es mejor ir a lo seguro. Tristemente, consiguen sus objetivos en los más tímidos o de voluntad más débil.
Todo lo anterior se resume en una sola idea: ahora que me enfrento a un punto decisivo de mi vida, ¿en cuál de las categorías que mencioné arriba encajaré? ¿Tendré el valor de bajarme de este monótono carrusel para cambiar mi vida, a pesar de los comentarios y los riesgos asociados?
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