A los seis años, mi mamá me explicó que cuando se sienten maripositas en el estómago, la piel se torna roja y uno no puede hablar en presencia de un niño del sexo opuesto, es que el muchachito en cuestión te gusta. Esa fue la primera vez que supe que alguien me gustaba, y creo que fue un momento decisivo en mi vida sentimental. JG era un niño delgado, de piel blanca, cabello lacio y oscuro, usaba lentes y tenía algún problema nasal, por lo que se la pasaba -literalmente- sorbiendo el moco; pero a mi me gustaba, y mucho, al grado de que no podía yo articular frases coherentes frente a él. Siempre creí que yo no le gustaba, pero hacia el final de la primaria, días antes de terminar el ciclo escolar, me defendió de un niño que se la pasaba molestándome (años después entendí que me molestaba porque yo le gustaba). Regresando de vacaciones me enteré de que se había ido con su familia a Chile... mi héroe se había ido y no pude siquiera despedirme de él.
De forma paralela a mi atracción por JG, me sentía atraída por un vecino, un año menor que yo. Tenía rasgos físicos similares a los de mi compañero de clases, con la diferencia de que él no usaba lentes y era más bien rubio con tez apiñonada. Durante casi once años fue mi amor platónico, y de ahí nunca pasó. Pero por él yo era capaz de... bueno, pensándolo bien, no de mucho, porque también me invadían los nervios cuando lo tenía cerca. Sin embargo, muchos de mis recuerdos de la infancia y los inicios de mi adolescencia van ligados a lo que sentía por él. Una ocasión, jugando a la botella con los vecinos, tuve la oportunidad de besarlo en los labios, pero la dejé pasar por miedo, por nervios... ese hubiera sido mi primer beso, y parte de mi futuro sentimental se definió en el momento en que me negué a besar al niño de mis sueños frente a todos los presentes.
A los catorce tuve mi primer novio, quien me enseñó lo baboso que puede ser un beso. Era primo de un vecino y vivía en Veracruz, así que a los pocos días se fue y pasó un mes antes de que me llamara. A esas alturas, yo había dejado de considerarlo mi novio.
El primer amor llegó casi a los 16, y fue de esos que nunca se olvidan. Lo quise mucho, y lo lloré mucho también. Fue el primero que presenté oficialmente a mis papás, aunque por cosas de la vida y lo jóvenes que éramos, lo nuestro pasó por momentos difíciles que no pudimos superar. Le escribí poemas y, por primera vez, sentí el deseo de hacer algo más que besar a alguien... aunque no lo hice. P era moreno, de cabello lacio y oscuro, de labios gruesos y sonrisa torcida que me provocaba un vuelco en el corazón. Ahora lo recuerdo con mucho cariño pero, ¡Dios, cómo le sufrí entonces!
Los vaivenes de la vida quisieron que mi siguiente novio fuera conocido de P, quien nos descubrió en un café antes de haber terminado oficialmente nuestro noviazgo... por tercera ocasión. El muchacho por el que dejé a P era rubio, de piel blanca, muy alto, cabello lacio... pero justo al mes de andar, C me dejó por una chava de la prepa, conocida por su pésima reputación. Eso fue a principios del ciclo escolar. El resto del año la pasé dándome de topes por haber dejado a quien parecía quererme -aunque no estaba cuando lo necesitaba- y teniendo que aguantar el espectáculo de C besándose (y más) con su novia, a plena vista de todos.
Me ayudó en el proceso de olvidar un compañero chaparrito y muy jovial, conocido en la preparatoria por ser todo un don Juan, a pesar de tener una novia muy bonita con la que se peleaba a cada rato, como consecuencia de sus conquistas. En una de esas rupturas, se fijó en mí. Como yo no quería nada serio, accedí... duramos casi dos semanas de novios, todo un récord en su historial, jejeje, pero cuando me percaté que mi tonto corazón se andaba clavando, decidí terminarlo. Él se consoló con su novia de siempre y yo seguí adelante.
Un par de amores platónicos rescataron mi corazón de la tristeza en esas épocas. D, por un lado, y F, por el otro. D era alto, flaco, moreno, de cabello lacio y oscuro, usaba lentes y siempre vestía bien; se sentía seguro de sí mismo, a pesar de no ser un adonis, y me sentía muy atraída por él. Pero pertenecíamos a un grupo muy cerrado de amigos y yo sabía dónde estaban sus intereses en verdad.
F tenía novia desde que lo conocí con su sonrisa franca y sus ojos verdes, pero me gustaban su carácter, sus pecas y su ternura. Lo admiraba mucho y sufría por no poder estar con él, por lo que mi pluma se inspiró y le dedicó algunos poemas, al igual que a D.
Hasta aquí, mi vida sentimental había sido un desastre, pero yo estaba lejos de imaginar que estaba cerca de conocer alguien que cambiaría el rumbo de mi vida, en muchos sentidos...
2 comments:
Pocas cosas cautivan tanto como las anécdotas de aquellas que recorrieron nuestro corazón...y nuestras piernas y la espalda y que se yo. Pocas cosas me pueden hacer divagar tanto como esos recuerdos. Ya no aguanto para leer la siguiente parte.
"hay un designio Divino que une las almas o las separa; los gitanos le llaman suerte y los filosofos destino".
Mi suerte: la de haberte conocido, la de bañarme en el eco de tu risa y en el brillo de tu alma.
Mi destino: dibujar entre los dos una linea indeleble, viva, hermosa y clara.
¿Te gustan las historias hermosas?
-ya has tenido una-
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