No sé quién es ni me importa, lo único que lamento fue no haber tenido más tiempo. Lo vi cuando iba de camino a recoger a Valeria. Me detuve en una tienda para comprar algo y, cuando iba de salida, lo vi rápidamente. Vestía un pants negro y una camiseta negra sin mangas (qué curioso, yo me vestí igual). Cabello al ras, tez blanca, ojos vivos y boca definitivamente besable. De estatura promedio, pero de complexión delgada y bien formada, es decir: torso en forma de Y, buena pompa y brazos fuertes… ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrr! También alcancé a distinguir que tendría unos 22 o 23 años, difícilmente llegaba a los 25.
Aunque él me miró, no le di importancia pues no creí que un muchachito se fuera a fijar en mí. Pero, al pasar junto a él, noté que su amigo le preguntaba algo y él le respondió: “espérame”, mientras se quedaba parado afuera de la tienda y me miraba. Toooinnng! ¿Eso significaría algo? Unos pasos más y abrí la puerta del taxi, entonces me volví a mirarlo y ahí estaba él, afuera de la tienda, viéndome… ¡Zaz! ¿Y ahora qué se hace? Ya no sé ligar…
Me subí con calma y, mientras cerraba la puerta, lo miré de frente y sin ruborizarme. Él me regaló entonces una bella y coqueta sonrisa, que yo respondí lo mejor que pude. Pero ya el auto avanzaba y lo perdí de vista.
Al final, me quedé con una sensación ambigua de satisfacción y frustración. Por un lado, es el primer coqueteo franco que tengo con un desconocido que me gusta, y fue un éxito… claro, un éxito hasta donde llegó. Y de ahí me viene la frustración, de que no pasó de un coqueteo.
Estoy segura de que si me hubiera quedado cinco minutos más para comprar un taco de canasta que me hizo ojitos, él se habría acercado, pero ya no es más que una breve historia de un coqueteo que ahí se quedó, como muchos otros.
Al final, pienso, no sé a qué le tiraba. De todos modos él es un muchachito y yo ya tengo una hija y me encuentro cada día más cerca de los 31. Está bien, lo admito, no andaba pensando en nada serio, pero no dejo de sentirme un poco pederasta porque me atrajo un muchacho mucho menor que yo.
Y, la verdad, que mi ego se levantó mucho al pensar que igual soy madre, pero aún puedo parecerle una mamacita a algunos.
1 comment:
Eres genial para escribir ya que describes los acontecimientos y lo transportas a uno a la escena, como si fuéramos testigos presenciales. No tienes que sentirte culpable por este tipo de experiencias, eres de carne y hueso. El ego y el amor propio son parte de la energía prpia que nos ayuda a enfrentar la vida cada día. Aunque seas modesta, te aseguro que eres mamacita, no solo para "algunos", sino para más de los que te imaginas, incluyendo a tu humilde lector y ferviente admirador. JB
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