Recientemente me he sorprendido gratamente de descubrir nuevos lectores de este espacio donde vacío mis locuras y mis desvaríos. Desde un tímido "me siento un poco vouyerista al leerte", hasta un "tus escritos me ayudan en los momentos que estoy pasando", la variedad de la audiencia no deja de asombrarme.
Agradezco a todos por su tiempo y su interés porque, además, he entendido que quienes se toman un poco de su tiempo para leer lo que semana a semana escribo en este espacio, lo hacen con un interés genuino por saber cómo estoy y qué pasa con mi vida, independientemente de que les gusten también los escritos que ocasionalmente publico. Por ello, agradezco sus comentarios, pues para mí son como el eco de esta terapéutica forma de expresión.
Un amigo al que quiero mucho me dijo una vez que el sentimiento no tiene sentido si no se expresa. Entonces le respondí que uno corre el riesgo de exponerse demasiado. Beto, que por ratos es más poeta que yo misma, replicó que no vale el sentimiento si se guarda para sí mismo, y que vale la pena correr el riesgo. (Ahora me viene a la cabeza una frase de la canción Tonto corazón, de Benny Ibarra: no es un juego de ganar o perder, es un juego de sentir.)
Así, pues, respondiendo a la inquietud de JB, el susodicho tiene acceso a mi blog, como cualquiera de mis contactos del messenger, pero no creo que haya entrado porque nunca lo ha comentado. Sin embargo, él fue el primero en leer lo que escribí para él, el año pasado. No me estoy exponiendo más ahora de lo que lo hice en su momento.
Y, a final de cuentas, abrí este espacio en Internet para desnudar mi corazón, para que todo aquél con un poco de interés, o curiosidad, tuviese libre acceso. Tal vez soy demasiado transparente, pero ¿saben algo? Finalmente entendí muchas cosas de mi vida, que me definen, y he aprendido que sólo viviendo con ello puedo ser feliz, porque así soy.
Comparto con ustedes otro texto que escribí en noviembre del año pasado, poco antes de cumplir los 30. Un abrazo,
Liz
5 de noviembre de 2005, Los Cabos, Baja California Sur.
Dicen que la vida comienza a los 40. Hoy empiezo a creer que es así porque, finalmente, he llegado a entender cosas que a los 20 no sabía. Es como si, de pronto, todo lo que he vivido durante los últimos nueve años, hubiese hallado la oportunidad de madurar.
Seguro que influye el factor de que el tiempo no pasa sólo para mí: hoy platico más a fondo con mis amigos y entiendo la diferencia entre pasión, sexo, enamoramiento y amor. He llegado al punto en que me empiezo a sentir plena y ello me hace encarar con satisfacción lo que muchas mujeres me han dicho que suele ser un cambio dramático: pasar de los “tes” a los “tas”; es decir, dejar de ser una veinteañera y convertirme en una mujer de 30.
Suelo decir que la edad es un estado anímico y mental, más que físico, porque así lo creo. Y también digo que, hasta ahora, estoy contenta –mas no satisfecha– con lo que he logrado. Pero apenas empiezo a vivir: quiero comprar un carro, una casa, saldar deudas, volar en globo, snorkelear en Cancún y aprender a bailar tango.
Quiero un día tener el valor y la estabilidad económica suficiente para dejar mi empleo por unos meses y recorrer México, mochila al hombro, buscando anécdotas que recopilar. Tal vez me enamore de una casita en la sierra o la playa y decida dejar la saturada capital buscando una vida de mejor calidad.
Pero tal vez me enamore de algún otro país cuando cumpla mi sueño de viajar por América Latina: quiero ver el canal de Panamá con mis propios ojos; volver a San José, en Costa Rica; ir a Machu Pichu, en Perú; en Colombia, visitar Cartagena, Cali y Bogotá; conocer el estilo de vida del que tanto me han hablado en Santiago de Chile; comprobar en Caracas si las venezolanas son tan guapas como dicen; bailar un tango en Buenos Aires y el carnaval en Río de Janeiro...
No sé si sea la distancia que me separa de mi hogar en estos momentos o la magia de la playa en la noche, pero hoy, por primera vez en mucho tiempo, tengo espacio y tiempo para meditar.
Será que estoy envejeciendo, pero siento que ya no encajo en los antros y prefiero las fiestas y los salones de baile, las peñas o, incluso, un bar tranquilo donde escuchar jazz o bailar pegado con tu pareja.
Esta noche descubrí, finalmente, la figura de Orión entre los cientos de estrellas que mi mermada visión alcanzó a distinguir en el cielo. También he identificado a la Osa Menor y la Mayor, sin ayuda de nadie. Y, por primera vez en mi vida, vi una estrella fugaz.
No me queda más que agradecer lo aprendido y brindar por lo vivido, y pedirle a Dios que me permita vivir lo suficiente para ver crecer a mi hija y cumplir mis sueños. Y cuando llegue mi cumpleaños número 30 lo festejaré con bombo y platillo, como se celebra a quien acaba de nacer.
1 comment:
Estoy contento porque nuevamente mi sistema de Yahoo Alerts funcionó y recibí la notificación de tu nueva publicación "recién salida del horno". No dejas de sorprenderme por tu valor, sinceridad y transparencia. Del susodicho, sin comentarios... Lo importante es ver la vida con optimismo y sentirnos profundamente agradecidos por lo que tenemos y hemos vivido. Confieso que a menudo uno se siente víctima y se alimenta de su dolor, como si fuera uno adicto a él. Lo importante es aprender de cada tropiezo, y más que recordarlo, visualizarnos como personas felices y prósperas (a pesar de lo paupérrima que pueda estar la situación). Es de admirar que sueñes y persigas tus sueños. No hay nada más triste que llegar a decir "si hubiera...". Más de una vez me he lamentado, no por lo que hice, sino por lo que dejé de hacer... Ánimo y cuenta con mi amistad. JB
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