Thursday, August 20, 2009

¡Mamáaaaaaaa!

Adoro a mi hija. Neto que sí. Pero a veces me exaspera escuchar su linda voz gritarme: "¡Mamáaaaa!" continuamente. Cuando su tío Paco la molesta, llega a gritar tanto que a veces opto por irme a mi lugar feliz. Y es que no siempre puedo llegar a liberarla de su tío porque ya he cachado que muchas veces grita por nada, y otras tantas va y se le pone enfrente para que la moleste.

De verdad. A veces me saca de mis casillas, con todo y lo que adoro su vocecita. Esa voz que cuando hablamos por teléfono me hace recordar el día en que la traje al mundo y vi por vez primera sus ojitos.

Créanme que cuando la siento en peligro, o asustada, o que en verdad está padeciendo algo, su voz gritando "¡Mamáaaa!" es capaz de hacerme brincar como tigre y voltear el mundo de cabeza para que el suyo esté bien.
Y hoy sé que será así aunque ella tenga 30 años o más, jejeje... ese aprendizaje se lo debo a ella... y a mi propia madre, que a sus más de 50 años aún tiene que escuchar a sus treintones hijos llamándola a gritos para que los atienda.

¿La prueba? El sábado pasado, en Tequisquiapan, fuí víctima del ataque brutal de una abeja. Hacía mucho aire, y de alguna manera el bicho se enredó en mis rizos de oro, silenciosamente. No la escuché zumbar, sólo sentí que algo se movía y creí que me había caído una ramita en el cabello, así que con toda confianza me llevé la mano a la cabeza y apreté entre mis dedos esa "basurita".
¡Zas! Nunca antes me había picado un bicho... ¡pero duele horrible! El insecto, furioso y asustado, asestó su golpe mortal... (claro, para él) y mi pobre dedo de inmediato disparó una instrucción a mi cerebro:
¡Mamáaaaaa! grité, mientras tiraba la abeja y buscaba en mi dedo el aguijón. Como ella estaba ocupada en la alberca con mi hija, volví a gritarle: ¡Mamáaaaaaa! A lo que ella, con su inmunidad de 30 años de gritos provenientes de 4 bocotas, se limitó a responder: ¿Qué quieres?
Cual bebé, no pude más que decirle, casi a punto del llanto: ¡Me picóooooo!
No dije qué había sido... pero esas dos palabras fueron suficiente para que dejara lo que estaba haciendo y corriera a mi lado, a ver qué le pasaba a su polluelo lastimado...
¿La conclusión? La abeja murió. Mi dedo sobrevivió. Mi mamá me chiqueó unos momentos. Y a mí me quedó claro que el llanto de un hijo seguirá detonando esa reacción protectora en los padres sin importar qué edad tengan... jeje

1 comment:

Francisco Pérez said...

Y TE FAKTAN 30 AÑOS MAS DE: MAMAAAAAAAAAAAAA! JAJAJA!