Buscando tema para escribir me sugirieron que hablara sobre lo mucho que empieza a cansarme leer diariamente noticias sobre matanzas, balaceras, narcotráfico, delincuencia, narcofosas y asesinatos en más de cinco estados del país... y en verdad consideré hacerlo. Quiero decir: ha aumentado tanto el nivel de inseguridad en provincia que de pronto el Distrito Federal hasta se antoja como una ciudad segura. Sí, sigue siendo completamente insegura, plagada de secuestros y delincuencia a todas horas, pero al compararla con otras entidades no queda más que decir que tal vez aquí estamos mejor.
¡Qué triste! Muy triste... tan triste, que en realidad no quise profundizar mucho en el tema y no me animaba a mencionarlo en mi blog, porque me gusta escribir sobre algo que me aporte después, cuando releo mis escritos. Porque suelo hacerlo... releer lo que escribo y decirme que estoy loca o terminar de entenderme, je. A final de cuentas, para esto escribo un blog, para ayudarme a sacar lo que de otra forma no sé sacar y entonces, entender mi realidad de una mejor manera.
Escribir para quejarme amargamente de la inseguridad no me aporta nada a futuro. Sin embargo, me pareció conveniente tocar el tema como entrada de este post porque es una buena referencia sobre cómo hay cosas que de primera instancia parecen importantes pero cuando se miden contra otras de mayor magnitud, la escala de valores se ajusta y todo se coloca en perspectiva.
La sombra de una amenaza a mi salud me ha llevado a poner en la balanza todas mis experiencias recientes, y de pronto lo que parecía tan fuerte, tan doloros, pierde valor y se torna casi irrelevante, dejando en claro cuáles son las cosas verdaderamente importantes en la vida: mi hija, mi salud, mi fe, mi familia, mi persona, mi trabajo, mi estabilidad...
De pronto he recibido una zarandeada tipo "Smack Down" en la arena de la vida y me llega, como epifanía, una visión que es más bien una lección sobre lo que me toca hacer, en el orden de la triple A: Aceptar, Asumir y Actuar.
He dejado asuntos pendientes que después reclaman su pago con creces. Hoy toca asumir las consecuencias y actuar para cambiar los resultados. Mis finanzas, mi trabajo, muchos de mis proyectos están en ese estatus. Hoy es momento de cambiarlo y dejar de perder el tiempo en pendejadas y asuntos que me distraen de mi objetivo.
Ahí es cuando el corazón pasa, por fin, a segundo plano... cuando decido que el dolor del desengaño no será un motivo más para hacerme perder la concentración y el enfoque de lo que es verdaderamente importante para mí. Me toca aceptar la realidad y sus consecuencias. ¿Qué si R me mintió todo este tiempo? Yo quise creerle, porque en el fondo ansiaba que algo fuera cierto. Él será lo que sea, pero a mí me toca aceptar mi parte de culpa en esto, asumir las consecuencias y actuar por medio del perdón: perdonarlo a él por todo este dolor innecesario, y perdonarme a mí por permitirme la debilidad de querer creerle.
No hay más. Y al poner las cosas en perspectiva, lo importante se hace tan evidente que de manera natural empiezo a rechazar lo que me aleja ahora de conseguir mis objetivos y me empiezo a liberar de las cargas innecesarias. Viene el perdón, sí, y con ello el deseo de actuar de otra manera y cambiar mi escenario actual.
La vida está a punto de dar otro giro y a mí me toca estar preparada para recibir las bendiciones que vienen en camino...
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