En realidad, siempre se me había roto el corazón por andar de enamoradiza, clavándome con hombres que no me convenían y metiéndome en historias que no eran más que "Crónicas de una muerte anunciada". Sin embargo, ésta última vez salió de mis esquemas...
Todas las anteriores era como cuando se rompe un juguete, o un jarrón, y lo pegas y al rato se vuelve a caer o se despega... pero siempre se rompe del mismo lado, o tal vez encuentras de pronto una nueva despostillada, pero a final de cuentas son siempre los mismos pedazos, el mismo motivo de fondo.
Quiero decir: siempre me he dejado llevar por el corazón pero a final de cuentas se trataba de relaciones en las que sí me correspondían. Tal vez sólo por unos instantes (semanas, meses o años) pero el objeto de mi amor también me quería... a su manera, pero me quería. Haciendo recuento de ello, así ha sido: mi novio de la universidad, el papá de mi hija y hasta el colombiano, en su momento su corazón estuvo conmigo y hallaron la forma de hacérmelo saber. Y cuando me quisieron me lo demostraron e hicieron cosas por mí, para hacerme sentir importante y querida.
Al final las cosas no funcionaron, pero siempre queda el consuelo de saber que en algún momento en la carrera de la vida fuímos juntos, de la mano. Alguno se tropezó, se adelantó o se rezagó y la unión se rompió... soltamos manos y nos separamos. Ni hablar, así es la vida. Pero creo que en realidad no me había tocado jugar con alguien que rompiera corazones sin motivo... hasta ahora.
Fue tan diferente para mí que en verdad no me lo esperaba. Es decir: siempre supe quién era él, pero acostumbrada como estoy a decir las cosas como van, y recibir lo mismo a cambio, no me esperaba que me mintiera con tanta maestría.
No sólo eso. La verdad es que me costó mucho trabajo entenderlo porque yo no puedo jugar con los sentimientos ajenos. Tal vez por lo mismo de que soy tan intensa y porque sé lo que duele, y reconozco el valor de un corazón y de un sentimiento sincero, creo que es una gran responsabilidad cuando te ponen un corazón en tus manos y lo menos que puedes hacer es decirle a la persona enamorada que no le correspondes.
Sí, se le va a romper el corazón de todos modos, como cuando le pasas una taza de cristal y se resbala y se cae al suelo. Pero no es lo mismo ese 'accidente' a tomar un objeto y jugar con él, llevarlo por ahí y lanzarlo al aire a ver qué pasa, hasta que finalmente se cae y se destroza... siempre insistiré en el tema: simplemente no se vale.
Yo no estaba acostumbrada. Pensé que por ser honesta me libraría de una situación en la que me quisieran vender una historia diferente... pero no fue así. De modo que, además del dolor del desamor me viene el desconcierto, el golpe de la traición, la fría sensación de una cubetada de agua helada al abrir los ojos a las mentiras... tal vez sea eso lo que más duele: la pérdida total de la confianza... y ésa es de fondo la razón por la que en verdad no quiero verlo.
Sí, duele el ego. Duele el amor... y el desamor. Pero duele más el golpe a la confianza... el abrir los ojos a una nueva lección. Ésta vez me topé con un corazón roto en pedazos que no conocía. Tuve que hallarlos todos, buscarles la forma para saber si ya lo tenía completo o no... y al final hallé la pieza que me faltaba: me siento, como nunca antes, traicionada.
Si bien es cierto que siempre supe cómo era, también es verdad que él me dijo lo que pensó que yo quería escuchar y me retuvo a su voluntad durante un tiempo. Nada de lo que dijo al final era cierto... y si algo hubiera de verdad en sus palabras, hoy ya no le creo nada. Por eso duele. Me siento como ese niño pequeño que lleva un globo en las manos, feliz de la vida, y alguien se lo pide... con recelo se lo presta, sólo para ver cómo esa persona saca un alfiler y lo revienta. Entre las lágrimas de tristeza, si uno contempla bien al chico podrá ver sus ojos abiertos en un desconcierto total.
Así me pasó. No entendía... no entiendo aún por qué alguien puede tomar un corazón y romperlo sin más, para después irse sin explicación ni disculpa. Y este último punto me lleva a mi conclusión: a pesar de que he dicho que ya lo perdoné, en realidad nunca he sentido su disculpa como algo sincero, y eso me lastima.
Vuelvo al punto de origen: en ocasiones anteriores jugué la ruleta rusa a sabiendas de todos los riesgos. Y cuando reventó la bala, mi contraparte fue lo suficientemente sensible para disculparse por lo que de su lado estuvo mal. Nos perdonamos y seguimos. No así esta última vez, y no me caía el veinte de ello hasta ahora. Por eso me cuesta cerrar este capítulo. Así que al final aquí estoy, tratando de cerrar heridas y de unir pedazos, esperando una disculpa que tal vez nunca llegará... una dura lección me tócó aprender...
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