Venga... aún en contra de mi voluntad se me acabó el veinte y no puedo seguir odiando. Ya sabía yo que no odiaría por mucho tiempo... no soy así, simplemente no soy yo y además mi fe me lo recriminaba.
Así que mientras duró lo disfruté. ¡Oh sí! Bastante. Pero ya no me queda más y finalmente solté lo que me hacía daño y me libero.
¿Perdón? Aún no. Pero ya llegará, pronto. Y cuando perdonde será por mí, porque no puedo cargar con sentimientos que me hacen daño, que impiden que me lleguen las bendiciones y encima me provocan a hablar y escribir cosas de las que voy a tener que dar cuentas.
Allá él y sus propias cuentas. Espero que la vida se lo cobre con creces (sí, claro que sí). Mientras tanto, mí me toca soltar y liberarme.
Sale pues... a un lado el odio y a llenarnos de cosas buenas. No quería dejar ir tan pronto este sentimiento pero va más allá de mí y de mis decisiones.
Eso sí: espero no volver a verlo nunca más. Por mí, hoy se cierra este libro y se archiva en el olvido.
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