Thursday, June 21, 2018

Paren el mundo...

Aquí estoy, finalmente, después de 9 meses de mi última publicación. Intento soltar la musa aletargada que huye de mi creatividad desde hace meses...

Estaba tan contenta de que había logrado un ritmo constante en mis publicaciones en el 2016, y aunque el 2017 fue un año difícil esperaba retomar las cosas justo en septiembre, con aquél post sobre los consejos alimenticios para mis connacionales. Pero no esperaba la serie de eventos que se me vinieron encima, empezando por el que cimbró no solo mis bases, sino la tierra de los habitantes de la Ciudad de México y estados aledaños.

El sismo del 19 de septiembre fue una macro zarandeada. Nos tomó de sorpresa. Nos hizo recordar que ante la fuerza de la naturaleza es poco lo que podemos hacer, tal vez nada... Todos esos memes que solían hacernos reír después de cada temblor en otros lugares, que realmente no causaban daños en la Ciudad de México, ahora ya no eran graciosos.

Aún hoy, nueve meses después, se me encoge el corazón cuando paso al lado de algún edificio dañado que, milagrosamente, sigue en pie, pero está completamente deshabitado, cuarteado, quebrado... como un recordatorio viviente para las generaciones más jóvenes y aquéllos que ya habíamos olvidado cómo se sintió el sismo de 1985.

En ese entonces yo era muy chica, tenía 9 años y no sabía lo que pasaba. No tuve conciencia de la magnitud del movimiento telúrico hasta que vi las noticias. Pero, por lo mismo, después de 30 años ya no recordaba la intensidad del movimiento de los terremotos del 85 ni les temía tanto a los temblores. Incluso solía decir que por un sismo de menos de 6.5 grados no me levantaba de la cama.

El sismo del 2017 nos enseñó que los temblores no siempre vienen precedidos por una alerta sísmica, y que de la nada puede venir un temblor muy fuerte, tanto que no habrá ni 60 segundos para salir de casa y ponerse a salvo. Lo cierto es que desde septiembre cada vez que escucho la alerta el corazón me da un brinco y la adrenalina me hace salir corriendo de mi casa. Ya no me importa si el temblor viene leve o no, mejor me entero estando a salvo.

Fue tal el susto de la experiencia que mi hija y yo nos fuimos casi una semana, con todo y gatos y perra, a casa de mi novio. Con los meses hemos vuelto a la normalidad, pero nomás suena la alerta (o la alarma de un coche, o el claxon de un camión) nos brinca el corazón y hasta mi perra se pone a temblar de los nervios.

Pero después de esa zarandeada, el mundo siguió girando. Demasiado rápido para mi gusto :(

En el lado familiar, la salud de mi mamá iba de mal en peor. Cada vez más rápido, mi mamá pasaba de pensamientos positivos a sumirse en dolores cada vez más fuertes e insoportables. Y los medicamentos para el dolor poco le ayudaban. Ya había llegado al punto de consumir mariguana machacada para paliar el dolor...

Los gastos también se fueron incrementando, lógicamente. 

En noviembre, mi mamá tuvo que ser internada de emergencia. Se salvó de milagro. Después de ver lo que sufrió todavía los últimos meses de su vida, hoy me pregunto si no hubiera sido mejor para ella morir ahí... pero Dios aún tenía planes para su vida. Mamá salió del hospital sin haber fumado 10 días. Y no volvió a hacerlo. Ella quería morir libre del cigarro, y así fue al final.

Cinco meses más vivió mi mamá. Cinco meses de gastos en aumento para mí, porque en ese momento las circunstancias familiares así se prestaron. Cinco meses de dolores en aumento para mi mamá. Cinco meses de esperanzas que se encendían y se apagaban, vacilantes entre las ganas de vivir de mi mamá y sus episodios de dolor que la hacían desear que todo terminara ya. Pasó de consumir la marihuana a fumarla; aunque era más rápido y efectivo, poco le duraba el gusto. Los dolores ya eran insoportables.

Ella partió la noche del 30 de abril de este año. Y aunque todos sabíamos que ella moriría, que esa enfermedad la estaba consumiendo por dentro y por fuera, que el lupus es una condena de muerte y que tarde o temprano se la llevaría, aún así el dolor de su partida nos quebró. Ella aún era joven. Recién había cumplido 64 años (yo todavía tuve la oportunidad de visitarla a principios de abril, con mi hija, para su cumpleaños) y sabiendo que mi abuelita vivió casi 92 años, es inevitable sentir que la vida de mi mamá terminó pronto.

Mayo pasó como un tornado. 


Entre el luto y la necesidad de viajar a La Paz para ayudar a mi tía con las cosas de mi mamá, el trabajo se me acumuló. Los dos trabajos, de hecho. Los gastos de mi mamá terminaron pero ha habido otros, y vienen más.

Ha habido noticias buenas, pero ayudar a mi tía a que viaje a Estados Unidos para el trámite de su pensión de viudez implica un desembolso fuerte. 

César y yo seguimos con los planes de vivir juntos y ya está todo enfocado a hacer la mudanza en julio. Mi hija ya está inscrita en una prepa en Satélite. Pero hay que hacer ajustes al espacio donde vamos a vivir; para tener cierta privacidad y separación en la casa de mi suegra, necesitamos habilitar la planta alta como un loft separado, con una pequeña cocineta y escaleras de acceso independientes. Y ello implica un gasto.

La empresa ha tenido sus altibajos y aún no deja utilidades. Y con las elecciones encima, todas las compañías han parado sus proyectos, sobre todo los que tienen que ver con comunicación y relaciones públicas.

Todo apunta a que las cosas mejorarán el segundo semestre de este año. Pero estos seis meses han sido muy duros para mí. Estoy bajo mucha presión: tengo que entregar la contabilidad del condominio a fin de mes; tengo que empacar lo que me voy a llevar, empacar y donar lo que no me voy a llevar; terminar de revisar las cosas de mi mamá que quedan en el departamento; pintar el depa y arreglar el hoyo en el piso de la recámara principal; conseguir quién se va a quedar rentando el depa cuando yo me vaya; ayudar a mi tía con su viaje a EE.UU. y definir qué pasará con la señora que me ayuda con la limpieza (ella vive en Tláhuac y yo me iré a Satélite, si no podemos ofrecerle algo de planta, será muy difícil para todos el que ella se mantenga de entrada por salida) :S

Me siento agobiada. Bloqueda. Ansiosa. Frágil y vulnerable como hace mucho tiempo no me sentía.

Pero justo hoy, como una bendición, una amiga me mandó esta imagen por whatsapp:



Y aquí estoy. Tratando de superar este "embotamiento" creativo al soltar finalmente todo lo que me embarga por dentro.

Quisiera, a ratos, que se detuviera todo: el mundo, el sol, las estrellas, el vuelo de las abejas. Todo. Todo menos yo. Y usar ese tiempo para descansar largo y tendido. Para llorar, y hasta para avanzar con todo lo que tengo pendiente. Y entonces sí, que vuelva a girar.