Friday, July 27, 2018

Empacando mi historia

Más de la mitad de mi casa ya está empacada. 

Muchos de los paquetes no irán conmigo a mi nueva casa. Algunos tienen cosas que no eran mías y ahora toca en turno que mi tía se haga cargo de las cosas de mi abuelita. Las cosas de mis hermanos se irán con mi papá. Mi hermana se ha llevado varias cosas de mi mamá y yo muchas otras. Pero al final hay un montón de cajas llenas de cosas mías que no he usado en años y seguramente no usaré, y que irán a parar con la señora que me ayuda con la limpieza.

Obviamente hay muchos papeles y cosas que ya son viejas o inútiles y han quedado en la basura. Las mudanzas siempre son una buena oportunidad para valorar lo que realmente tiene un valor, ya sea económico, sentimental o utilitario, y dejar ir todo lo que no aporta algo. Y en el proceso de empacado he tenido que soltar mucho.

Y de pronto, lo más duro, es cuando empiezo a ver el departamento vacío y me doy cuenta de que es la primera vez en toda mi vida que lo veo vaciarse...

Sí, a lo largo de mi vida me tocó ver familia entrar y salir; un montón de maletas, muebles y cajas llegaron y otros tantos se fueron, conforme los miembros familiares nos movíamos de lugar. Algunos regresamos y otros ya no. Y, tristemente, hace unos días me cayó el 20 de que tal vez esta sea la última vez que alguien de la familia ocupe este departamento, que fue nido y refugio de mi familia durante más de 50 años.

Algunas personas me preguntan si estoy nerviosa o con temor del futuro, pero no. Tengo bien claras las razones por las que dejo el departamento. Pero la tarea de ser yo quien vacíe el lugar, en preparación a una posible venta, no me tiene brincando de emoción.

Me gustaría tener la oportunidad de comprarlo, una vez que logre reunir la cantidad suficiente para dar el enganche y comprometerme con la hipoteca con el banco. A final de cuentas, ahorrar dinero para comprar algo propio es una de las razones por las que me voy, porque ya es hora de dejar de pagar renta y juntar para invertir en algo mío.

Sin embargo, el futuro es incierto y una vez que salga de aquí no sé qué pueda suceder. No sé cuánto tiempo me tome reunir la cantidad necesaria y no sé si alguien se presente antes con la posibilidad de comprar el depa de un jalón. Ni siquiera sé si terminaré comprando otra propiedad junto con mi futuro marido. Lo que suceda con el departamento ya no depende de mí --bueno, nunca tuve injerencia, pero ahora que mi mamá ya no está las decisiones corresponden totalmente a mis tías. Y si ellas deciden vender tan pronto arreglen el papeleo legal, yo no puedo hacer nada.

Tal vez esta salida sea la definitiva. Y eso me tiene triste...

Tantos recuerdos. Tantos años. Tanta vida. Y hoy está todo empacado en cajas y maletas. Y yo no me voy a llevar todas a mi nueva casa. 

A veces siento que el dolor de dejar tanto atrás es más fuerte que las esperanzas y las ganas de comenzar algo nuevo. Y tal vez por eso es que hay quienes me preguntan si no estoy temerosa de dar este paso, si no es que quiero quedarme y no mudarme... Pero no, no es eso. Sí quiero hacer esto. Ansío mudarme y comenzar una nueva etapa, y conseguir los objetivos que nos hemos trazado. Sí lo quiero. Pero la despedida está resultando más grande, más fuerte y más difícil de lo que pensé...

No me queda más que apelar al espíritu fuerte y luchón de las mujeres de mi familia: mi abuelita y mi mamá, a quienes extraño hoy más que nunca con todo mi corazón.

Perdónenme por dejar atrás tantas cosas suyas que no puedo llevarme. Pero las llevo a ustedes siempre, a donde vaya, en mis recuerdos, en mi carne, en mis lágrimas, en mi cocina, en mis sueños, en mi cabeza y en mi alma.

Me voy del depa, pero parte de mi corazón se queda aquí. Para siempre.

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