Sunday, October 29, 2006

Se me acabó el veinte

Lamento haberlos tenido en suspenso hasta hoy, pero el jueves no tenía ánimo de escribir y del viernes para acá se me hizo imposible conectarme, hasta ahorita.
Ya estoy en México. Tuve que regresar un día antes de lo planeado porque me agendaron el vuelo de regreso para ayer y haberlo cambiado para hoy me habría costado $116 dólares. Ayer me iba a llevar Jorge a un lugar llamado Villa de Leyva, he visto las fotos y lamenté mucho no haberme quedado, porque se ve muy bonito.
Mi acento ya lo recuperé, desde antes de regresar. Hasta me ha costado trabajo hablar como colombiana para mostrarle a mi familia cómo es el acento de los rolos. No he dejado de pensar en Colombia y en Jorge desde que llegué aquí, porque me enamoré del país y, a pesar de lo que escribí el martes, lo cierto es que quiero mucho al rolo, con todo y su carácter pasivo y frío.
Su mamá me contó muchas cosas que me ayudaron a entenderlo, pero al final lo que cuenta es lo que pasó -o no pasó- entre nosotros. Al principio fueron los nervios, la emoción, el miedo… con el paso de los días me fui relajando, pero como que la comunicación verbal no es nuestro campo. Tuvimos poco tiempo para platicar y estar juntos y mal lo aprovechamos. No logramos hablar, más ya tengo la respuesta que buscaba. Tal vez no sea la que yo quería, pero al menos ya lo sé, y yo iba preparada para cualquier escenario, desde el más positivo hasta el más negativo. Además, el que me tocó vivir no fue tan malo: hubo momentos muy buenos y me llevo memorias muy gratas que atesoraré para siempre en mi corazón.
Les cuento que el miércoles por la noche visitamos a un amigo de Jorge porque era su cumpleaños y nos llevamos una botella de tequila. Entre cinco (o más bien, cuatro porque yo a duras penas tomé dos caballitos y media cerveza) nos acabamos el tequila y como una docena de cervezas. Lo bueno es que antes de salir, su papá me dio a probar el jugo de guayacabo, que en realidad es un licuado porque lo preparan con leche y plátano, que allá le llaman habano. Me atendieron tan bien que difícilmente conseguí no subir de peso lo que había bajado antes de irme.
El jueves a levantarse temprano, y la mamá de Jorge nos preparó un caldo para los guayabos (crudos), a él con agua, cilantro y pan remojado, a mí con leche, cilantro y pan... suena raro pero sabe bien. También me dió una almojábana (pan con queso) y un huevo de pato, que sabe casi como el de pollo, pero es más grande.
El jueves visité Zipaquirá, un lugar bellísimo a una hora de Bogotá donde hay unas minas de sal y, en el interior de la mina, una catedral... no hay palabras para expresarles la belleza del lugar, y ninguna foto hará el mérito que merece. Regresé cansadísima y me acosté temprano.
El viernes, ya sabiendo que no podría quedarme el sábado, fuí con la señora a visitar el museo del oro... una cosa formidable que me dejó boquiabierta en más de una ocasión. De ahí, nos tomamos un café con pan de bono, pan de yuca y unas empanadas de carne muy sabrosas a las que les dicen pipicarne.
Después, fuimos de shopping, compré mucha ropa, a razón de $700 pesos mexicanos. Paseamos por la plaza central, me mostró el palacio de justicia, la catedral, la casa donde vivió Simón Bolívar, el barrio de la Candelaria -que es un sitio muy bonito, de arquitectura colonial-, entramos a un par de iglesias (en una de ellas están los restos de los libertadores de Colombia) y finalmente, pude acercarme a la Casa de Nariño, que es donde vive el Presidente Álvaro Uribe.
Apenas llegué a cambiarme de ropa porque nos fuimos a rumbear con unos amigos de Jorge. ¡Qué bonito bailan los colombianos, de verdad! La parte patética de la noche fue luchar por contenerme las ganas de plantarle un besote a aquél... prueba superada, no lo toqué... hasta que llegamos a su casa.
Sin embargo, al final, tal como en el libro de La historia sin fin, la oscuridad llegó a Fantasía y todo desaparece. Una canción de Moenia dice: solamente tú me puedes destruir, o salvar, dos palabras bastarán; yo te podría esperar hasta que se evapore todo el mar, pero tú no dices más. Y efectivamente, él no dice mucho, y lo que dice significa: bájale a la velocidad.
Osea, las cosas no se dieron. Al menos, me queda la satisfacción personal de haber puesto de mi parte para trascender las ventanas de Internet y descubrir que todo lo que nos dijimos ahí distaba mucho de ser la realidad.
Sobre la inquietud de "cielo", lo que puedo decir es que fui a recoger mi corazón, que se me escapó hace dos años. Ya lo traigo de vuelta, enamorado y triste, pero al menos ya está conmigo, lo que me da la oportunidad de seguir adelante. (Por cierto, me tienes intrigada con el comentario del niño en el cine, pues no se me ocurre quién pueda ser ni qué me sabes... jejeje)
Mi cabecita sigue por allá, eso ni cómo negarlo, pero al menos no quedó en mí y, como decimos por acá: fue un placer conocerte. Ya el tiempo y el destino dirán si nos volvemos a encontrar, pero me queda claro que no será porque alguno de los dos haga algo por juntarnos.
Los dejo con una canción de Madonna que me gusta mucho y expresa mi sentir en este momento. Disculpen lo largo de este post pero la ocasión lo ameritaba.

The power of goodbye
"Your heart is not open, so I must go. This spell has been broken, I loved you so. Freedom comes when you learn to let go, creation comes when you learn to say no. You were my lesson I had to learn. I was your fortress you had to burn. Pain is a warning that somethings is wrong. I pray to God that it won't take long. I wanna go higher...
There's nothing left to try, there's no place left to hide. There's no greater power than the power of goodbye.
Your heart is not open, so I must go. This spell has been broken, I loved you so. You were my lesson I had to learn. I was your fortress...
There's nothing left to loose. There's no more heart to bruise. There's no greater power than the power of goodbye.
Learn to say goodbye. I learned to say goodbye.
There's nothing left to try, there's no place left to hide. There's no greater power than the power of goodbye. There's nothing left to loose. There's no more heart to bruise. There's no greater power than the power of goodbye."

Tuesday, October 24, 2006

Un sabor agridulce...

Hoy nos escapamos unos cuantos del grupo de México para ir al cerro de Monserrate, a donde se sube en teleférico y desde donde se ve la ciudad de Bogotá. A diferencia de otros días, hoy amaneció muy soleado, así que disfrutamos mucho el paseo y tomamos fotos muy bonitas. Ahí se quedó mi corazón, con una vista preciosa que llevaré de recuerdo para toda mi vida.
Por la noche tuvimos una cena-baile y me la pase muy bien. Bailé mucho y al final hasta me gané un CD, en una competencia improvisada por la orquesta entre una guatemalteca, una colombiana y yo. Osea, o bailé mejor que ellas o mi porra gritó más fuerte.
Por lo demás, les cuento que he comido arepas, que son como gorditas de maíz -típicas no solo de Colombia sino también de Venezuela-, también comí un plato típico de aquí que se llama ajiaco, que es como consomé de pollo pero más espeso y le ponen papa, pollo, yuca, plátano maduro y no sé qué más, lo acompañan con arroz y aguacate, que aquí tiene un sabor muy dulce. El jugo de mora también es muy común. Al café lo llaman tinto, y lo endulzan con azúcar morena casi desde su preparación. Probé también un chocolate caliente pero a base de agua, sin leche, y debo confesar que no sabía mal. El pan de acompañamiento, similar a lo que para nosotros sería el bolillo, es muy bueno y muy suave. Y la avena la sirven en taza, para tomarla a sorbos, no a cucharadas, como en México.
El acento ya lo tengo bien marcado, pero lucho por evitarlo. Las expresiones se me han pegado fácil, al grado de que hoy, mientras veníamos en el taxi, de regreso de Monserrate, el taxista preguntó que si yo si era de por acá... y me dije: ¡cielos! Ya estoy perdiendo mi acento. Nada grave, unas horas en el DF y todo volverá a la normalidad, jejeje.
Y sobre Jorge, el asunto está de lo más raro. Por un lado, él se ha portado muy bien y su mamá ni qué decir. Pero por otro, o es muy tímido o es un frío de lo peor. Por algo los rolos (así les dicen a los bogotanos) tienen fama de fríos, ya lo veo con él. Y yo con lo apasionada que soy. Hoy tomaré el toro por los cuernos y hablaré con él. Tengo una tristeza pequeñita en mi corazón, por sentir que el amor platónico de dos años se me muere ante la fuerza imponente de la realidad...
Así, pues, cada día que pasa me siento más enamorada de Colombia, y un poco menos enamorada de Jorge.

Sunday, October 22, 2006

Paseo en moto

Hace muchos años, cuando tenía unos catorce, choqué una moto. De ahí se me quedó un gran miedo por volver a subirme a una. Pero anoche tomé al toro por los cuernos y me trepé a la moto de Jorge, quien me llevó a conocer Bogotá, tanto por sus calles como desde el mirador, donde tomamos un canelazo, que es una bebida dulce a base de aguardiente, que se sirve muy caliente... humeante.
Una cosa que me dió mucha confianza es que aquí el uso de casco y chaleco fluorescente es obligatorio, y ambas protecciones deben tener el número de placas de la moto. Eso cuenta tanto para el piloto como para el acompañante. Además, Jorge me facilitó un par de guantes, así que me sentí más tranquila.
Y el día de hoy me prestó sus rodilleras y una chamarra de motociclista y salimos de Bogotá, a un sitio al sur de la ciudad, en la zona de los llanos, llamada Villavicencio. Allá hace calor (acá hace frío y está lloviendo) y la vegetación es abundante, verde y variada, típica del clima templado tropical. Y les cuento que acá sí hay vacas en el campo... ¡por montones! No como en México que sale uno a carretera y ahí cada media hora alcanza a ver una vaca fea y flaca.
Pasamos por un pueblito llamado Caqueza... sí, así se llama. Después pasamos por Quetame y al final por Guayabetal. En el camino desayunamos unas arepas, y ya en Villavicencio, con un amigo de Jorge, comimos unas mamonas (sí, así como suena), que es carne de becerro, muy rica; la sirven con yuca, papa horneada y plátano macho (acá le llaman maduro). Y de tomar, una bebida hecha a base de cerveza (que acá les dicen polas, en vez de chelas) con refresco; eso hace una bebida de sabor dulce, casi como un Boones o Caribe Cooler, pero con cerveza en vez de vino.
Visitamos un bioparque donde hay un serpentario con anacondas y boas, y un acuario con unos peces enooooormeess, literalmente. Recuérdenme de contarles cómo es que uno puede alimentar a los pumas, jejeje.
De ahí emprendimos el camino de regreso a Bogotá antes de que oscureciera, porque acá amanece desde las 5 o 5:30 y anochece por ahí de las 6. De regreso no nos detuvimos, así que excuso decirles que llegué con la espalda y las pompas bien jodidas. En Bogotá llueve todos los días, así que directo a la regadera y a dormir, no sin antes probar un chocolatito caliente al que le ponen unos cuadritos de queso para que se medio derrita con el calor, y una oreja, que acá les llaman corazones.
Mañana les cuento más sobre la comida que he probado y de cómo me va por acá. Solo les adelanto que la mamá de Jorge es un amor y me ha tratado increíblemente bien.
Un abrazo, desde la fría capital colombiana.

Friday, October 20, 2006

El día V (T Day)

Finalmente llegó el día de la verdad, el día V, o, en inglés, the Truth Day (T Day). Es más de la una de la mañana y ando dando vueltas en la cama, sin poder dormir, sin sueño, a pesar de que llevo más de una semana sin dormir bien y de que es la tercera noche seguida que me desvelo.
Estoy en Bogotá, Colombia, con mil cosas en la cabeza pero solo un pensamiento fijo, que no me deja dormir: Jorge. El día de hoy tengo ya más recuerdos en mi cabecita que los pocos que tuve durante dos años.
Confieso que el inicio fue abrupto. No llegó a tiempo al aeropuerto y me sentí bastante incómoda, hasta enojada. Pero, una vez que estuve en casa de Marisela y escuché sonar el timbre anunciando su llegada, todo mi malestar desapareció mágicamente. Me transformé...
La mujer encantadora y coqueta que puedo llegar a ser se convirtió en una tímida jovencita, mansa gatita, incapaz de mirarlo a los ojos por más de cinco segundos sin ruborizarme.
Fue bueno verlo, en persona es mejor de como lo recordaba, y las fotos no lo ayudan mucho. Su mamá es un encanto y me trató muy bien. Preparó una cena especial que a duras penas pude probar, con el estómago tan contraído por los nervios.
En este momento, entre las cuatro paredes de una habitación, me queda la satisfacción de haber ejercido dominio propio... osea, señores, no pasó nada. Algunos abrazos y un tímido beso de buenas noches que rozó, apenas, la comisura de los labios.
Pero... ¿qué más necesito? Si sólo su mirada y su sonrisa me mantuvieron en esta espiral de amor y desencanto constante durante dos años, un par de horas a su lado son ya más que suficiente para no conciliar el sueño...
Y me digo a mí misma: "no te vendas tan fácilmente", y le pido a Dios sabiduría y fortaleza para mantenerme ecuánime, pero, lo cierto, es que me siento muy feliz y aún no puedo creer que finalmente, después de dos años, lo vuelvo a ver.
A pesar de todo, no empieza mal. Veamos cómo sigue...

Friday, October 13, 2006

Ay, mamacita...

No sé quién es ni me importa, lo único que lamento fue no haber tenido más tiempo. Lo vi cuando iba de camino a recoger a Valeria. Me detuve en una tienda para comprar algo y, cuando iba de salida, lo vi rápidamente. Vestía un pants negro y una camiseta negra sin mangas (qué curioso, yo me vestí igual). Cabello al ras, tez blanca, ojos vivos y boca definitivamente besable. De estatura promedio, pero de complexión delgada y bien formada, es decir: torso en forma de Y, buena pompa y brazos fuertes… ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrr! También alcancé a distinguir que tendría unos 22 o 23 años, difícilmente llegaba a los 25.
Aunque él me miró, no le di importancia pues no creí que un muchachito se fuera a fijar en mí. Pero, al pasar junto a él, noté que su amigo le preguntaba algo y él le respondió: “espérame”, mientras se quedaba parado afuera de la tienda y me miraba. Toooinnng! ¿Eso significaría algo? Unos pasos más y abrí la puerta del taxi, entonces me volví a mirarlo y ahí estaba él, afuera de la tienda, viéndome… ¡Zaz! ¿Y ahora qué se hace? Ya no sé ligar…
Me subí con calma y, mientras cerraba la puerta, lo miré de frente y sin ruborizarme. Él me regaló entonces una bella y coqueta sonrisa, que yo respondí lo mejor que pude. Pero ya el auto avanzaba y lo perdí de vista.
Al final, me quedé con una sensación ambigua de satisfacción y frustración. Por un lado, es el primer coqueteo franco que tengo con un desconocido que me gusta, y fue un éxito… claro, un éxito hasta donde llegó. Y de ahí me viene la frustración, de que no pasó de un coqueteo.
Estoy segura de que si me hubiera quedado cinco minutos más para comprar un taco de canasta que me hizo ojitos, él se habría acercado, pero ya no es más que una breve historia de un coqueteo que ahí se quedó, como muchos otros.
Al final, pienso, no sé a qué le tiraba. De todos modos él es un muchachito y yo ya tengo una hija y me encuentro cada día más cerca de los 31. Está bien, lo admito, no andaba pensando en nada serio, pero no dejo de sentirme un poco pederasta porque me atrajo un muchacho mucho menor que yo.
Y, la verdad, que mi ego se levantó mucho al pensar que igual soy madre, pero aún puedo parecerle una mamacita a algunos.

Monday, October 02, 2006

A corazón abierto

Recientemente me he sorprendido gratamente de descubrir nuevos lectores de este espacio donde vacío mis locuras y mis desvaríos. Desde un tímido "me siento un poco vouyerista al leerte", hasta un "tus escritos me ayudan en los momentos que estoy pasando", la variedad de la audiencia no deja de asombrarme.
Agradezco a todos por su tiempo y su interés porque, además, he entendido que quienes se toman un poco de su tiempo para leer lo que semana a semana escribo en este espacio, lo hacen con un interés genuino por saber cómo estoy y qué pasa con mi vida, independientemente de que les gusten también los escritos que ocasionalmente publico. Por ello, agradezco sus comentarios, pues para mí son como el eco de esta terapéutica forma de expresión.
Un amigo al que quiero mucho me dijo una vez que el sentimiento no tiene sentido si no se expresa. Entonces le respondí que uno corre el riesgo de exponerse demasiado. Beto, que por ratos es más poeta que yo misma, replicó que no vale el sentimiento si se guarda para sí mismo, y que vale la pena correr el riesgo. (Ahora me viene a la cabeza una frase de la canción Tonto corazón, de Benny Ibarra: no es un juego de ganar o perder, es un juego de sentir.)
Así, pues, respondiendo a la inquietud de JB, el susodicho tiene acceso a mi blog, como cualquiera de mis contactos del messenger, pero no creo que haya entrado porque nunca lo ha comentado. Sin embargo, él fue el primero en leer lo que escribí para él, el año pasado. No me estoy exponiendo más ahora de lo que lo hice en su momento.
Y, a final de cuentas, abrí este espacio en Internet para desnudar mi corazón, para que todo aquél con un poco de interés, o curiosidad, tuviese libre acceso. Tal vez soy demasiado transparente, pero ¿saben algo? Finalmente entendí muchas cosas de mi vida, que me definen, y he aprendido que sólo viviendo con ello puedo ser feliz, porque así soy.
Comparto con ustedes otro texto que escribí en noviembre del año pasado, poco antes de cumplir los 30. Un abrazo,
Liz

5 de noviembre de 2005, Los Cabos, Baja California Sur.
Dicen que la vida comienza a los 40. Hoy empiezo a creer que es así porque, finalmente, he llegado a entender cosas que a los 20 no sabía. Es como si, de pronto, todo lo que he vivido durante los últimos nueve años, hubiese hallado la oportunidad de madurar.
Seguro que influye el factor de que el tiempo no pasa sólo para mí: hoy platico más a fondo con mis amigos y entiendo la diferencia entre pasión, sexo, enamoramiento y amor. He llegado al punto en que me empiezo a sentir plena y ello me hace encarar con satisfacción lo que muchas mujeres me han dicho que suele ser un cambio dramático: pasar de los “tes” a los “tas”; es decir, dejar de ser una veinteañera y convertirme en una mujer de 30.
Suelo decir que la edad es un estado anímico y mental, más que físico, porque así lo creo. Y también digo que, hasta ahora, estoy contenta –mas no satisfecha– con lo que he logrado. Pero apenas empiezo a vivir: quiero comprar un carro, una casa, saldar deudas, volar en globo, snorkelear en Cancún y aprender a bailar tango.
Quiero un día tener el valor y la estabilidad económica suficiente para dejar mi empleo por unos meses y recorrer México, mochila al hombro, buscando anécdotas que recopilar. Tal vez me enamore de una casita en la sierra o la playa y decida dejar la saturada capital buscando una vida de mejor calidad.
Pero tal vez me enamore de algún otro país cuando cumpla mi sueño de viajar por América Latina: quiero ver el canal de Panamá con mis propios ojos; volver a San José, en Costa Rica; ir a Machu Pichu, en Perú; en Colombia, visitar Cartagena, Cali y Bogotá; conocer el estilo de vida del que tanto me han hablado en Santiago de Chile; comprobar en Caracas si las venezolanas son tan guapas como dicen; bailar un tango en Buenos Aires y el carnaval en Río de Janeiro...
No sé si sea la distancia que me separa de mi hogar en estos momentos o la magia de la playa en la noche, pero hoy, por primera vez en mucho tiempo, tengo espacio y tiempo para meditar.
Será que estoy envejeciendo, pero siento que ya no encajo en los antros y prefiero las fiestas y los salones de baile, las peñas o, incluso, un bar tranquilo donde escuchar jazz o bailar pegado con tu pareja.
Esta noche descubrí, finalmente, la figura de Orión entre los cientos de estrellas que mi mermada visión alcanzó a distinguir en el cielo. También he identificado a la Osa Menor y la Mayor, sin ayuda de nadie. Y, por primera vez en mi vida, vi una estrella fugaz.
No me queda más que agradecer lo aprendido y brindar por lo vivido, y pedirle a Dios que me permita vivir lo suficiente para ver crecer a mi hija y cumplir mis sueños. Y cuando llegue mi cumpleaños número 30 lo festejaré con bombo y platillo, como se celebra a quien acaba de nacer.