Thursday, October 09, 2014

Memorias como brisas y huracanes

Para J.

Anoche soñé otra vez contigo. Te veías diferente, pero eras tú, eso es seguro. Aunque a veces, un poco, me parecía que eras él, con quien salgo hace unos años. A veces eras más tú y unas pocas veces era un poco más él, pero en general, la mezcla daba como resultado ser tú.


Tal vez él estaba presente porque así lo ha estado estos años, o tal vez es que en algunas cosas se parece a tí... o tú a él. No lo sé, pero desde que lo conocí siempre he creído que hay rasgos en común entre ustedes, y tal vez por eso es que me gusta.


Al final, eras tú en mi sueño, de eso no me queda duda alguna.


Sé que soñé contigo porque ayer te pensé mucho y de alguna forma mi subconsciente proyectó ese anhelo a mis sueños, donde tomas forma y vuelvo a charlar contigo y a sentir tu abrazo fuerte...


Pero al despertar me volvieron los recuerdos y un poco de nostalgia. Y conforme avanzaron los minutos tus recuerdos me invadieron, pasando de ser la brisa suave que ocasionalmente me envuelve a ser como una corriente de aire que me golpeó con fuerza, tratando de empujarme de vuelta a ese sitio emocionalmente oscuro en el que me sumí hace mucho tiempo y del que me costó trabajo salir.


Y ya no quiero volver a ese lugar...


Pensando en ti volví a sentir cómo se aceleraba la circulación de mi sangre, y cuando recordé tu risa casi pude volver a escuchar el sonido de campanas en mi oído interno. Los sentimientos volvieron a mí como un huracán que toca tierra; fue entonces cuando me di cuenta que debía reprenderlos y volver a encerrarlos, porque como un caballo desbocado la sangre en mi cuerpo latía cada vez más fuerte y retumbaba en mi cabeza. Y me doy cuenta de que a pesar de tanto tiempo, eso que sentí por ti sigue siendo intenso aún.


Con él tengo paz, contigo ímpetu. Son como dos caras de la misma moneda. Y no se pueden tener los dos lados de la moneda al mismo tiempo. Y aún si tuviera que elegir, apostaría por la calma.


Esta breve experiencia me deja claro que no puedo permitirme pensar en ti más allá de las memorias ocasionales, que pasan como brisa y se van. Con cada recuerdo, elevo una oración para ti y te envío mis mejores deseos. Pero no puedo abrazarte a mi pensamiento porque, inevitablemente, te veré en sueños, y al día siguiente te añoraré aún más. No.


Me queda, si acaso, la opción de sonreír al recordarte, con tu sonrisa, tu aroma y el tono de tu voz. Esas notas no se irán de mi memoria aunque todo lo demás se pierda. Pero un breve pensamiento ocasional, acompañado de mi deseo de que seas feliz es suficiente.


Me alegro de haberte conocido y de contar en mi haber con la historia de un amor que marcó un antes y un después en mi vida sentimental. Y tal vez, sólo por eso, siempre serás inolvidable para mí.


Con todo esto, caí en la cuenta de que el 27 de este mes hará 10 años que nos conocimos en Mérida. Pero, en mi corazón, hay cosas que aún permanecen...

Monday, May 19, 2014

El taxista-futbolista-músico

Alejandro Urbano es taxista, pero dice que de joven tocaba el güiro en la banda de Rigo Tovar.

Me cuenta su historia a grandes rasgos, en unos 15 minutos, mientras me lleva a mi destino…

Nacido en 1962 –según indica su RFC en el tarjetón de identidad– desde chico se hizo en el oficio de la hojalatería, acompañando a un tío que trabajaba para una agencia de Ford. 

A los 16 ya trabajaba en un taller, pues su familia era numerosa y de bajos recursos. En esas fechas, le tocó presenciar el momento en que dos autos chocaron en la esquina del taller; siendo testigo, insistió para que los jóvenes que causaron el accidente le pagaran los daños al conductor del otro carro. Nunca imaginó que ese incidente le cambiaría la vida.

“En ese entonces yo ganaba $70 pesos a la semana”, dijo.

Al ver que el auto del señor tenía la dirección averiada y que no se podía conducir, sacó unas herramientas del taller y lo arregló, sin pensar en cobrarle nada. El señor le ofreció un aventón, pues aunque Alejandro vivía lejos, el conductor del auto averiado vivía aún más distante. Así, Alejandro se subió al coche que lo guiaría a su nuevo destino.

El señor le extendió $50 pesos por la compostura; aunque al principio no quería aceptarlos, Alejandro al final tomó el dinero. Ya con eso iba contento; le habían hecho el día. Cuál sería su sorpresa cuando el señor le dijo que trabajaba para una agencia Ford –casualmente, la misma en la que trabajó su tío cuando él era chico. Así pues, el señor invitó a Alejandro a trabajar en esta agencia.

Él estaba feliz: ya no tenía que irse tan lejos, pues la agencia quedaba a cinco minutos de su casa. Pero lo mejor fue cuando le dieron su pago por la primera semana de trabajo: $240 pesos. De un día para otro, su salario se triplicó. Alejandro estaba tan feliz que de sus primeros sueldos les compró zapatos y ropa a sus hermanos. Pero este fue sólo el inicio de su historia.

Jugaba fútbol los fines de semana y también tocaba en algunas bandas; de hecho, asegura, llegó a tocar para la banda de quien hiciera famosa la canción del “sirenito”. Empezó a jugar con el equipo de futbol de los empleados de una agencia de VolksWagen. En una ocasión, uno de ellos se enteró de que él era hojalatero, y le dijo que llevara una solicitud de empleo a la agencia de VW. Le quedaba justo frente a su casa, así que no perdía nada.

Le ofrecieron trabajo, mejor pagado. Así que tres años después de haber ingresado a Ford, se fue con VolksWagen y ahí trabajó durante 25 años, escalando posiciones y llegando a ser gerente del taller. Pero le llegó el momento de jubilarse…

Hoy, a sus 52 años, Alejandro Urbano tiene dos taxis para complementar el ingreso de la pensión, que, además, prefiere conservar intacto tanto como pueda para vivir de ello cuando ya no tenga modo de trabajar y mantenerse por sí mismo.

“Era bueno jugando futbol y era bueno con la música, pero a veces faltaba a mi trabajo por ello, hasta que mi jefe en VW me hizo decidir entre la música o el trabajo, y desde entonces me quedé en mi empleo y no volví a faltar”, me contó.

Urbano está convencido de que el dinero de su pensión no sería suficiente hoy para mantener todos sus gastos y apoyar con los gastos de sus nietos. Pero, además, me queda claro que a sus 52 años no se siente bien metido en su casa, viviendo solamente de la pensión sin hacer nada más.

Llegamos a mi destino. Poco tiempo para narrar una vida. Algunas interrogantes en el aire, pero mi agradecimiento sincero por esta historia que me sacó del estancamiento literario en que había caído…