Wednesday, September 16, 2015

Respira hondo y flota

Siento como si hubiera estado a punto de ahogarme... al menos emocional y espiritualmente. Las cosas cambian de un momento a otro en la vida. Siempre es así. Para variar, mi ausencia del blog estuvo ligada a una crisis emocional y, en esta ocasión, de fe también.

Tomamos decisiones en la vida que conllevan consecuencias, y esta vez tuve que tomar una decisión que puede ser de vida. Quedarme con mi pareja, aunque no profesa mi misma fe, me llevó al punto de quiebre en la iglesia, y por lo mismo, a cuestionar mi propia fe.

Todos los años de clases dominicales se me vinieron encima, y los argumentos que yo misma dí me abofetearon en voz de mi hija, cuando me reclamó el haber dejado a Dios por un hombre. No estoy dejando a Dios; nunca será así. Y sé que Dios no me dejará a mí. Tuve que dejar el servicio en la iglesia que no es lo mismo. Y no lo estoy dejando precisamente por un hombre; no fue mi elección. Mi elección fue no terminar con mi pareja, y esa decisión conllevó el que los pastores me retiraran del servicio. 

El golpe espiritual y personal fue muy duro y cuestioné muchas cosas: la iglesia, mi fe, mi noviazgo, la Biblia... me deprimí como hace un tiempo no lo hacía. Es decir, yo siempre supe que nunca sería capaz de sacrificar a mi hija como Abraham estuvo a punto de hacerlo con Isaac, pero pensé que era capaz de ser más obediente a Dios. De pronto me pregunto si en verdad hasta aquí llega mi fe... ¿en realidad es este mi cisma teológico?


Después de varias semanas de cuestionamientos, de oración, de dolor, de un tanto de rebeldía y otro tanto de voluntad de reconciliación con Dios, finalmente siento que asomo la cabeza del agua.

Hay cosas que no tengo del todo claras, pero se que mi fe sigue ahí, un poco apaleada pero aún sólida. No sé qué haré sobre el tema de la iglesia, pues de pronto no tengo ganas de ir, pero sé que mi fe y mi concepto de Dios no cambian: sigo siendo su hija y Él sigue conmigo.

No sé qué pasará a futuro con César y conmigo pero creo que esta es una relación de vida. Por eso no lo dejé. No estoy jugando. No dejé el servicio solo para quedarme fornicando de lo lindo, como me dieron a entender los pastores. Si supieran que yo sé bien qué es eso de fornicar sin más... pero hace años que pasé esa etapa, gracias a Dios. Y cuando miro atrás es algo que definitivamente no quiero repetir; agradezco tanto que ya sea parte de mi pasado. Si supieran que lo que tengo con César es completamente distinto...

No sé aún qué pasará con la iglesia. Por un lado estoy tentada a dejar de ir y congregarme en otro sitio, pero algo en mí me dice que no renuncie tan fácil, y que si en verdad estoy segura y tranquila con mi noviazgo, entonces las cosas se arreglarán. No tengo idea de qué hacer, salvo respirar profundo y dejarme llevar por la corriente; seguiré orando y confiando en que Dios está conmigo. Por ahora floto, aún no sé en qué dirección nadar pero ya no siento que me hundo.

Por ahora, estoy tranquila. Eso siempre es ganancia.