Sunday, October 28, 2007

Envidia

El diccionario Larousse define la envidia como el pesar por el bien ajeno; deseo de tener o hacer lo mismo que otro.
Mmmmm... veamos: "el deseo de tener o hacer lo mismo que otro." Hasta aquí yo no le veo problema, si ves que alguien tiene algo bueno es normal y lógico que se te antoje tener algo similar, ¿no?
Pero he aquí el primer punto, entonces: tener algo similar, no lo mismo que el otro.
Una cosa es ver que el vecino tiene un jardín hermoso y desear que nuestro jardín se vea igual de bonito, y otra muy distinta agarrarla contra el vecino porque su jardín es bonito y el nuestro no.
O que nuestra amiga se haga de un novio guapo, tierno, con dinero y que busquemos bajárselo... o que hablemos mal de alguien en el trabajo porque queremos tener SU empleo... no otro, el suyo.
¿Han escuchado el término "envidia de la buena"? Bueno, pues suele aplicarse en el sentido de cuando se te antoja lo que los demás tienen como un incentivo propio para buscar el mismo éxito personal, profesional o sentimental... pero es un término mal aplicado porque la envidia, en estricto sentido, no puede ser buena.
¿Por qué? Por lo que dice la primera parte de la definición del diccionario: "pesar por el bien ajeno." Según el tumba-burros, el pesar es un sentimiento de pena o dolor que abate el ánimo. Y aquí es donde se torna nocivo: el envidioso sufre, se deprime, no se encuentra bien con los logros de los demás.
De todos los pecados capitales, la envidia es tal vez el que más alcance tiene, pues si bien hay quien puede practicar la castidad o no se siente nunca tentado a comer o descansar en exceso, siempre, en algún momento de nuestra vida, nos sentiremos celosos de algo o alguien. La historia se ha escrito a raíz de las pasiones levantadas por los celos y la envidia; a lo largo de los años, ésta ha sido la causa de muchas guerras, de asesinatos y toda clase de crímenes.
Tal vez la mayoría de nosotros libramos con cierto aire los sentimientos de envidia que nos llevarían a hacerle daño a alguien, pero puedo decir con certeza que nadie está exento de sufrir celos. De acuerdo con el diccionario, los celos son el temor de que otra persona pueda ser preferida a uno; envidia de alguien.
Ahí está: cuando vemos que la vecina gordita tiene no uno, sino dos pretendientes locos por ella y nos preguntamos frente al espejo qué pasa con nosotras, sentimos envidia. Cuando el amigo nos presume su nuevo carro de $300,000 pesos o su flamante empleo como director regional de una firma de tecnología, nos da envidia, ¿no? Cuando las amigas se van de viaje de fin de semana a Acapulco y se revientan a todo dar y al regresar te cuentan de los chicos guapos que conocieron y que tú te perdiste por quedarte en casa a cuidar a tu hija enferma, te da envidia... y, si las fotos revelan que en verdad están muy guapos los ligues en cuestión, hasta celos te dan... ¿no?
Y nadie se salva de haber sentido en algún momento de la vida el embiste furioso de los celos cuando la persona amada no solamente no nos corresponde, sino que le entrega su amor a alguien más... "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra..."
Desde el nocivo sentimiento que corroe el corazón de dolor por no estar con el objeto de nuestro amor hasta la enfermiza obsesión que termina, a veces, en los asesinatos de pasión, todos hemos sentido celos. Y es que, vamos, nadie está exento de enamorarse sin ser correspondido. ¡Qué bella sería la vida si solo nos enamoráramos de quien nos ama también!
Y aquí es donde entra en juego la cualidad que se enfrenta a la envidia: la caridad, que el diccionario define como la virtud cristiana que consiste en amar a Dios y al prójimo. Amar a Dios y al prójimo... una frase simple y clara, que no resulta tan fácil de poner en práctica.
De entrada, hay que entenderla. En la Biblia, Jesús resume todos los mandamientos en dos: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas." (Mateo 22:37-40)
Así pues, amar al prójimo no es optativo y no es a nuestro criterio, es amar al prójimo como nosotros nos amamos. Claro que si tienes baja la autoestima o no te amas lo suficiente, de entrada tienes una bronca, pero no es motivo de este post.
El punto es: en general, uno no busca hacerse daño a sí mismo, al contrario, buscar estar bien, lo mejor. De esa misma forma hay que amar al prójimo: no buscar hacerle daño, no robar, mucho menos matarle.
Claro que no siempre es fácil, claro que al menos una vez en la vida hemos pensado siquiera en lo bonito que sería el mundo si fulanito no existiera... pero no podemos ir por ahí guardando todo lo que nos hace daño.
Francamente, no estoy exenta de los sentimientos de envidia o celos... soy muy celosa cuando amo y no siento seguridad sobre los sentimientos de la persona objeto de mi amor. Ya lo saben ustedes, han leído mi blog. Me costó muchísimo trabajo entender que alguien no me amó y que tal vez ahora sale con alguien más... duele, y duele bien gacho.
Pero tampoco fue la primera vez que me enamoré de alguien que no me quería y nunca me le fuí encima en una escena de celos. He sentido envidia, pero no he permitido que el sentimiento se apodere de mí al grado de volverme infeliz ante el éxito o la felicidad de otros. Y la verdad también reconozco que a veces hay personas a las que simplemente no les deseas el bien.
Es la naturaleza humana. El reto está en no permitir que el pecado (la envidia) se apodere de nosotros y terminemos con el alma envenenada. ¿Que si vamos a tener momentos de celos, o de desear lo ajeno? ¡Claro que sí! ¡Todo el tiempo! Mientras estemos en este mundo, será uno de los sentimientos que más deberemos experimentar y enfrentar... y yo no soy la excepción.
¿Qué hemos de hacer, entonces? Jesús dijo: "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado, que también os améis unos a otros." (Juan 13:34)
¡Vaya! una conclusión difícil... pero se las pongo más fácil. El "sabio poeta" Arjona escribió en una de sus canciones: bueno no es el que ayuda, sino el que no jode, acuérdese.
Bien, no podemos ir por ahí pretendiendo una vida de santidad las 24 horas del día los 7 días de la semana los 365 días del año. A veces no podemos o simplemente no nos nace ayudar... pero al menos podemos evitar joder a los demás, ¿no? Es una buena forma de empezar...

Friday, October 26, 2007

Avaricia

Pues bien, me tomó dos semanas decidirme a empezar con la prometida entrega de los 7 pecados capitales pero la verdad no sabía por dónde empezar. Como lo dije el pasado post: literalmente expondré mis peores debilidades en público y es difícil hallar la forma de hacerlo. Además, algunos de estos siete pecados en realidad me pondrán en jaque al momento de escribir... ¿hasta dónde podré hacer un análisis objetivo y profundo de mis vulnerabilidades y fortalezas sin exponerme demasiado? ¿Qué tanta información puedo ocultar sin caer en la mentira? A final de cuentas, este ejercicio tiene como finalidad ir al meollo del asunto y tergiversar las cosas no me ayudará, todo lo contrario.
Pues bien, decidí empezar primero por aquéllos que no me han resultado tan complicados o que me son un poco más faciles de manejar: gula, avaricia, envidia...
Hoy inicio con éste y me seguiré en orden alfabético, para dejarme de líos y dudas de cuál abordar después.
De acuerdo con el diccionario Larousse, la avaricia es el afán excesivo de obtener y guardar riquezas. Mmmmmm... quien me conoce bien, sabrá que ésta no es una de mis debilidades. Yo sí quiero tener dinero, y mucho, pero mis objetivos son más idílicos y hasta un poco utópicos...
El camino a la avaricia es la ambición, que el diccionaro define como la pasión por conseguir poder, dignidades y fama. Y bueno, la ambición bien encauzada no es mala. Una persona ambiciosa busca siempre la forma de seguir adelante, de hacerse de sus bienes, de tener los medios para llevar una vida estable, viajar y gozar de relativa tranquilidad.
Mentiría si digo que no soy ambiciosa, claro que lo soy. Quiero mi carro, mi propia casa, viajar por el mundo cuando me plazca sin tener que preocuparme por que se me acabe la plata, no quiero tronarme los dedos cuando lleguen los estados de cuenta ni preocuparme por las facturas de los hospitales cuando se presente alguna emergencia. Quiero estabilidad financiera y bienes que me garanticen cierta tranquilidad. Y mucho, mucho dinero para poder dedicarme a mis sueños sin preocuparme por qué voy a comer mañana o cómo voy a pagar la colegiatura de mi hija.
La ambición me ha llevado en ascenso en mi carrera profesional, pero si yo fuese avara mi situación actual sería muy diferente. Mi problema, en realidad, es que el antídoto de la avaricia es muy fuerte en mí.
La generosidad, virtud que se contrapone al pecado de avaricia, se define en el diccionario como la actitud o el hecho de ser dadivoso, desprendido, noble, magnánimo. No es que yo me califique como la bondad andante, pero la verdad es que el dinero, cuando lo tengo, es una de las cosas que menos atesoro. Así pues, más que de avara, yo peco de generosa, al grado de ir por ahí donando dinero a cuanta organización de apoyo ambiental o infantil se me pone enfrente.
Cuando puedo y tengo, apoyo a mi familia, a los mendigos en la calle, a mis amigos, a quien lo necesite. Soy tan desprendida que la cultura del ahorro es muy difícil para mí, motivo por el cual he optado por adquirir un seguro de inversión para mi retiro y otro para la educación universitaria de mi hija. Cada mes deposito ahí una lana... es como un ahorro pero no puedo hacer uso de ese dinero hasta que llegue el momento de cobrarlo, salvo que las cosas se pongan color de hormiga y necesite cancelar las pólizas y sacar la lana.
Esto, a final de cuentas, no puede ser tan bueno, como lo estoy aprendiendo ahora que ando de free lance. Es sano y conveniente ahorrar un poco, lo que sea. Saber que hay dinero en la cuenta del banco y no tocarlo, ni donarlo, ni gastarlo...
Pero, bueno, yo he aprendido también con las experiencias de la vida que el dinero va y viene; que cuando se puede ayudar a la gente, Dios nos recompensa después y esto de abrir el monedero y darle a quien lo pide se me da tan fácil que a veces lamento ser así.
No dejaré de ser dadivosa porque es algo que traigo, inherente a mi carácter. Sin embargo, llegó la hora de aprender a guardar un poco y preveer para el futuro, con un fondo al que pueda acceder en caso de emergencia, no el que tengo invertido en los seguros.
Bien dicen que las grandes lecciones de la vida se aprenden a la mala... y a veces hacer cosas buenas y agradables a Dios no necesariamente implica que esté uno en el camino correcto. Hay que ser ordenados, administrados y previsores... y, lo confieso, yo cojeo un poco en estos puntos...

Wednesday, October 10, 2007

Los 7 pecados capitales

Hace unos días vi la película El abogado del diablo (¿apenas? Sí... apenas :P) y lo que más me llamó la atención fue cuando al final de la película Al Pacino (Satanás) dice que su pecado favorito es la vanidad.
No sé si en verdad el diablo tenga predilección por algún pecado en particular, pero me quedé pensando en esa frase. A final de cuentas, la vanidad es el camino a la soberbia, la avaricia, la envidia, el egoísmo, la prepotencia y un sinnúmero de "bellas cualidades".
Posterior a eso empecé a leer un libro llamado La mujer agotada, en el que dicen que aunque no lo reconozcamos, cada vez más mujeres estamos inmersas en una vorágine profesional, personal, familiar, espiritual y social... Y, como en todo proceso, primero hay que reconocer que se tiene un problema y acto seguido detectar la raíz del mismo para después encararlo. El libro aconseja tomarse un tiempo para evaluar puntos específicos que nos han llevado a ser lo que hoy somos.
Yo no se aún por dónde empezar, pero recordé que hace poco ví un documental de Animal Planet sobre los siete pecados capitales en el reino animal.
¿A qué viene todo esto? Pues que metí todo esto en la licuadora de mi cabeza y el resultado fue la brillante idea de redactar la forma en la que yo misma he vivido los siete pecados capitales, a modo de autoestudio, descubriendo cuál ha sido más dominante en mí. Será como desnudarme públicamente... (oooops!)
Así pues, ¡no se me pierdan, porque los siguientes 7 posts estarán interesantes! Jejejeje

De acuerdo con Wikipedia, los "Siete Pecados Capitales" son una clasificación de los vicios mencionados en las primeras enseñanzas Cristianas católicas para educar e instruir a los seguidores sobre moralidad. Comenzando a principios del siglo XIV, la popularidad de los Siete Pecados Capitales como tema entre los artistas europeos de la época eventualmente ayudó a integrarlos en muchas áreas de la cultura y consciencia Cristiana a través del mundo.
Listados en el mismo orden usado por Gregorio I, el Magno (c.540(?)-604) en el siglo VI y después por Dante Alighieri en la Divina Comedia (c.1308-1321), los Siete Pecados Capitales son los siguientes: Lujuria, Gula, Avaricia, Pereza, Ira, Envidia y Soberbia. Cada uno de los Siete Pecados Capitales tiene un opuesto correspondiente en las Siete Virtudes.

Las siete virtudes que forman parte del Catecismo sirven para que el cristiano sepa cómo afrontar la tentación de cometer alguno de los siete pecados capitales, a modo de salvar el alma:
Humildad (Latín, humilitas) contra el pecado de soberbia
Generosidad (Latín, liberalitas) contra el pecado de avaricia
Castidad (Latín, castitas) contra el pecado de lujuria
Paciencia (Latín, patientia) contra el pecado de ira
Templanza (Latín, frenum) contra el pecado de gula
Caridad (Latín, humanitas) contra el pecado de envidia
Diligencia (Latín, industria) contra el pecado de pereza

Monday, October 01, 2007

De vuelta a lo mío

Good news!
Ya estoy colaborando para dos importantes revistas de negocios. Aunque mi primer cheque lo cobraré después de la primera quincena, me siento más tranquila porque ya tengo una actividad que me gusta y me dará ingresos.
¡Gracias a todos por su apoyo y sus porras!