Friday, October 26, 2007

Avaricia

Pues bien, me tomó dos semanas decidirme a empezar con la prometida entrega de los 7 pecados capitales pero la verdad no sabía por dónde empezar. Como lo dije el pasado post: literalmente expondré mis peores debilidades en público y es difícil hallar la forma de hacerlo. Además, algunos de estos siete pecados en realidad me pondrán en jaque al momento de escribir... ¿hasta dónde podré hacer un análisis objetivo y profundo de mis vulnerabilidades y fortalezas sin exponerme demasiado? ¿Qué tanta información puedo ocultar sin caer en la mentira? A final de cuentas, este ejercicio tiene como finalidad ir al meollo del asunto y tergiversar las cosas no me ayudará, todo lo contrario.
Pues bien, decidí empezar primero por aquéllos que no me han resultado tan complicados o que me son un poco más faciles de manejar: gula, avaricia, envidia...
Hoy inicio con éste y me seguiré en orden alfabético, para dejarme de líos y dudas de cuál abordar después.
De acuerdo con el diccionario Larousse, la avaricia es el afán excesivo de obtener y guardar riquezas. Mmmmmm... quien me conoce bien, sabrá que ésta no es una de mis debilidades. Yo sí quiero tener dinero, y mucho, pero mis objetivos son más idílicos y hasta un poco utópicos...
El camino a la avaricia es la ambición, que el diccionaro define como la pasión por conseguir poder, dignidades y fama. Y bueno, la ambición bien encauzada no es mala. Una persona ambiciosa busca siempre la forma de seguir adelante, de hacerse de sus bienes, de tener los medios para llevar una vida estable, viajar y gozar de relativa tranquilidad.
Mentiría si digo que no soy ambiciosa, claro que lo soy. Quiero mi carro, mi propia casa, viajar por el mundo cuando me plazca sin tener que preocuparme por que se me acabe la plata, no quiero tronarme los dedos cuando lleguen los estados de cuenta ni preocuparme por las facturas de los hospitales cuando se presente alguna emergencia. Quiero estabilidad financiera y bienes que me garanticen cierta tranquilidad. Y mucho, mucho dinero para poder dedicarme a mis sueños sin preocuparme por qué voy a comer mañana o cómo voy a pagar la colegiatura de mi hija.
La ambición me ha llevado en ascenso en mi carrera profesional, pero si yo fuese avara mi situación actual sería muy diferente. Mi problema, en realidad, es que el antídoto de la avaricia es muy fuerte en mí.
La generosidad, virtud que se contrapone al pecado de avaricia, se define en el diccionario como la actitud o el hecho de ser dadivoso, desprendido, noble, magnánimo. No es que yo me califique como la bondad andante, pero la verdad es que el dinero, cuando lo tengo, es una de las cosas que menos atesoro. Así pues, más que de avara, yo peco de generosa, al grado de ir por ahí donando dinero a cuanta organización de apoyo ambiental o infantil se me pone enfrente.
Cuando puedo y tengo, apoyo a mi familia, a los mendigos en la calle, a mis amigos, a quien lo necesite. Soy tan desprendida que la cultura del ahorro es muy difícil para mí, motivo por el cual he optado por adquirir un seguro de inversión para mi retiro y otro para la educación universitaria de mi hija. Cada mes deposito ahí una lana... es como un ahorro pero no puedo hacer uso de ese dinero hasta que llegue el momento de cobrarlo, salvo que las cosas se pongan color de hormiga y necesite cancelar las pólizas y sacar la lana.
Esto, a final de cuentas, no puede ser tan bueno, como lo estoy aprendiendo ahora que ando de free lance. Es sano y conveniente ahorrar un poco, lo que sea. Saber que hay dinero en la cuenta del banco y no tocarlo, ni donarlo, ni gastarlo...
Pero, bueno, yo he aprendido también con las experiencias de la vida que el dinero va y viene; que cuando se puede ayudar a la gente, Dios nos recompensa después y esto de abrir el monedero y darle a quien lo pide se me da tan fácil que a veces lamento ser así.
No dejaré de ser dadivosa porque es algo que traigo, inherente a mi carácter. Sin embargo, llegó la hora de aprender a guardar un poco y preveer para el futuro, con un fondo al que pueda acceder en caso de emergencia, no el que tengo invertido en los seguros.
Bien dicen que las grandes lecciones de la vida se aprenden a la mala... y a veces hacer cosas buenas y agradables a Dios no necesariamente implica que esté uno en el camino correcto. Hay que ser ordenados, administrados y previsores... y, lo confieso, yo cojeo un poco en estos puntos...

1 comment:

Anonymous said...

Me consta tu generosidad y disposición de ayudar sin condición. Es una bendición y estoy seguro que es algo de lo que debes estar orgullosa y que apreciamos tus amigos. Cuando das se te regresa y estoy seguro que tarde o temprano todo el bien que haces se te regresará en abundancia. No se me olvida ni se me olvidará que me tendiste la mano cuando otros no lo hicieron. Te mando un cariñoso abrazo. GW