Wednesday, July 19, 2006

Cronología del corazón, parte 2

Existe en la blogósfera otro blog titulado Fuera de lugar (http://fueradelugar.blogspot.com)... de hecho, se creó apenas cuatro días antes que el mío -y por cuatro días no tengo el url original, ¡aargh!. Está dedicado a la poesía y su slogan dice así: el vaciado emocional necesario del que se encuentra siempre fuera de lugar.
Además del trabajo, no había querido continuar la cronología sentimental de mi vida pues la segunda parte habla de aquéllos que me dejaron experiencias más reales, memorias más duraderas, dolores más recientes, sentimientos más cercanos aún... Sin embargo, siento que no podré avanzar hasta no concluir la crónica, por lo que, aprovechando que necesito un break laboral, y a petición de mis dos más asiduos lectores, continuaré con el vaciado emocional del eterno extranjero de mi corazón.
Casi a los 18, durante la preparatoria, conocí a L: alto, delgado, extrovertido, de labios gruesos (no sé por qué siempre me han gustado de labios gruesos si los míos son tan delgaditos). Fuímos amigos durante meses y así supe que tocaba la guitarra y que era un joven de familia, bien portado. No recuerdo cuándo, ni cómo, se dio el flechazo. Pero me acuerdo que llegó a mi fiesta de cumpleaños con pupilentes azules y causó sensación entre mis amigas... y eso no me agradó del todo.
Estuvimos juntos alrededor de cuatro años, lapso en el que subí hasta el cielo y bajé hasta el infierno. Con él conocí el amor y la entrega, fue la primera vez que pensé en el matrimonio. Me llevó serenata y me apoyó durante mucho tiempo, hasta que los objetivos personales de cada uno fueron haciendo cada vez más notorio que caminábamos en direcciones opuestas. Así, conocí también el dolor del desamor, de los celos, la desesperación de querer estar con alguien a sabiendas de que eso implicaba dejar muchas cosas que me definían... al final, con lo difícil que fue, reconocí que no podría apartarme en realidad de mis principios, mis convicciones y mi esencia. Siempre supe, en el fondo, que no estábamos destinados a casarnos, lo que cada quien esperaba entonces de la vida en pareja era diametralmente opuesto... lo sabía, pero vaya que fue muy duro aceptarlo.
Estuve un tiempo sola, hasta que D reapareció en mi camino. Fue confuso y masoquista, porque yo involucré mis sentimientos pero él no, y yo lo sabía. Con todo, no pude cortar ese lazo hasta que conocí a B, a los 23 años. Nunca olvidaré la fecha: 12 de junio de 1999. Una prima me dijo que estaba segura que algo se daría entre nosotros, o que al menos seríamos buenos amigos. No se equivocó, hasta la fecha B y yo seguimos siendo amigos, pero casi no lo veo porque cuando lo hago me vuelven los sentimientos.
La primera vez que lo ví fue en un bar en San Ángel. Estaba en las escaleras, vistiendo pantalón de mezclilla, playera roja y chamarra café. Su cabello lacio, con el corte que tanto me gusta en los hombres desde que estaba en la primaria, cejas arqueadas, mirada transparente y un lunar en la nariz. Esa noche hubo un clic, bailamos juntos una rola de la Onda Vaselina (que ahora me lo recuerda, desde que él me dijo que cuando la escucha se acuerda de mí) y a la semana de salir ya éramos novios. Duró apenas un mes pues yo aún no sanaba mi corazón de la relación con L, y B también tenía sus conflictos con los que lidiar, pero hasta la fecha lo quiero mucho.
Hacia finales de año, celebrando la llegada del 2000 en Acapulco, conocí al que ahora recuerdo como mi amor de verano -aunque en realidad fue de invierno-: M, de rasgos físicos muy parecidos a los de B, pero de piel apiñonada y cabello oscuro. Fue solo un flirteo de vacaciones que se quedó con las ganas de más, pero besaba muy rico... Digamos que, después de algunas relaciones fallidas, ligarme a alguien que me gustaba me devolvió la confianza, jejeje.
En esas estaba cuando conocí al papá de mi niña. Lo ví una vez que fui con una prima a un bar donde él trabajaba, unas semanas después de cumplir los 24. Estaba sentado solo, con una expresión de profundo desasosiego que me llamó la atención. Una semana después volví y nos conocimos. Empezamos a salir y a las dos semanas ya éramos inseparables. Él, pintor, yo, escritora; era todo lo que necesitábamos para que nuestra esencia bohemia echara a volar. Pasamos muchas tardes felices, él, concentrado en su arte y yo, leyendo. Y también nos gustaba escapar los fines de semana... para ser honestos, creo que nos gustaba vivir escapando de la realidad. Lo duro fue cuando tuvimos que enfrentarla y lidiar con ella, no salimos bien librados. Con todo, fue bueno mientras duró y me queda lo mejor que he hecho en mi vida, Valeria. Me da gusto que haya sido él pues mi hija, tal como es, es resultado de lo que tuvimos.
Casi al año de separarnos, a mis 28, durante un viaje de trabajo conocí a J, un colombiano que me robó el corazón. A estas alturas de la lectura ya se habrán dado cuenta que mi loco corazón decide por sí mismo a quien se entrega, cuándo y cómo. Sin embargo, nunca creí involucrarme en algo como lo que tuve con J. Nos vimos solo dos días, pero empezamos a escribirnos mails esporádicamente y tiempo después intercambiamos cuentas de messenger. De pronto nos enfrascamos en una bizarra relación por internet, con citas para chatear y llamadas telefónicas.
A pesar de la distancia parecía haber una conexión especial, pero bien dicen que santo que no es visto no es adorado. Dos veces estuve a punto de viajar a Colombia, pero por angas o por mangas -y por mucha cobardía- no lo hice... aunque él tampoco vino a México. Y así como empezó, se terminó. Las cosas se fueron enfriando, literalmente nos fuimos distanciando y para mí se hizo muy difícil vivir sientiéndome patética por tener una especie de noviazgo por internet. Vamos, si han leído mi blog, sabrán que para inventar historias me pinto sola; no me hacía bien que alguien a miles de kilómetros me alimentara la fantasía. Así, pues, una carta a finales de abril marcó el desenlace...
Finalmente, a los 30, me descubro fascinada por personajes que la gente suele tachar de malos o conflictivos, pero que en realidad son incomprendidos sociales y víctimas de sus circunstancias, como El Fantasma de la Ópera, Juan del Diablo (de la telenovela Corazón Salvaje), el Zarco (de la novela de Ignacio M. Altamirano), Aragorn (de El señor de los anillos), Russel Crowe en Gladiador y hasta Orlando Bloom en el papel de William Turner en Los Piratas del Caribe.
Ni hablar, siendo así entiendo que mi futuro emocional no es muy promisorio en cuanto a estabilidad se refiere, motivo por el cual seguramente ahora guardo mi corazón de emociones que lo pueden llevar a la quiebra emocional, sobre todo cuando tengo una hija que proteger... Y me digo que ya llegará el bueno, a su tiempo.
Mientras tanto, seguiré viviendo con los piratas, los gladiadores, los revolucionarios y los fantasmas en mi cabeza.

3 comments:

Even Better said...

No tienes sólo 2 lectores, eh? Encontré tu blog hace poco (por Carlos) y me ha sido muy grato seguirte. Te confieso que me he sentido completamente identificada con tus emociones y experiencias (aunque en mi vida no haya habido tantos "ingratos"... aún)y me ha servido para dejar de sentirme sola y loca.
Así que, síguele, tus seguidores van aumentando.

Carliters said...

¡¡¡¡Pupilentes azules!!! no manches. Esa fue una escena. ¿¡Aragorn!? yo tengo una amiga que vive ahí, en la 4ta sección por avenida central y periférico.
Como diría el amigo Blackie, ¡guau! has dado muchos tumbos amorosos, pero que bueno que has sailido como Pachuca... ¡Bella y airosa!.

Anonymous said...

En realidad no tienes sólo dos seguidores. Fue una agradable sorpresa encontrar la segunda parte de este relato, porque nos dejaste picados.
Me da gusto que utilices este medio para deleitarnos con tus escritos;los disfruto mucho.

Creo que es fantástica la manera en que nos adentras a tu vida y a tus pensamientos.

Mil Gracias