Saturday, June 05, 2010

La espera

*** Nikita ***

Miró el cielo estrellado y sonrió, llena de esperanza. Esa noche llegaría Ramón, su compañero de juegos de la infancia. Hacía un par de años que se lo habían llevado a vivir a la ciudad, pero regresaba a pasar las vacaciones en la casa de campo de su familia y entonces jugaban todo el día.

Bueno, ya no eran niños. Nikita ya casi era adulta pero recordaba a Ramón con el mismo cariño de antes... o tal vez más aún. Paseaba inquieta por el jardín, dando vueltas de un lado a otro, mirando el cielo, tratando de adivinar en las estrellas la hora... ya pasaban de las ocho.

Finalmente, cerca de las 11, vió a lo lejos las luces de la camioneta que subían por la carretera y entraban por la reja del viejo rancho. Sin dudarlo ni un instante, corrió con todas sus fuerzas hacia el camino por el que venía el auto. No podía esperar ni un segundo más para verlo. Su corazón latía con fuerza y no dejaba de gritar: "¡Ramón! ¡Ya llegó Ramón! ¡Ya llegó!"

La camioneta pasó por el camino sin que ella pudiera darle alcance, pero no se desanimó. Siguió corriendo tras el auto rumbo a la casa, pero éste era más veloz y ella se quedó atrás por unos minutos.

Cuando llegó a la casa ya los sirvientes ayudaban a bajar el equipaje. Entró a la sala buscando a Ramón por todos lados, pero no lo vió entre la gente que estaba ahí, dándole la bienvenida a los patrones. De pronto, uno de los jardineros la vio y le dijo: "Nikita, Ramoncito llegó dormido y ya está en su cuarto. Mañana lo verás. Anda, ven conmigo. Afuera."

Con cierta desilusión en el rostro, Nikita obedeció. A pesar de todo, estaba contenta. Mañana muy temprano le daría la bienvenida a Ramón y podrían volver a jugar. Lo llevaría de paseo al arroyo, a perseguir ranas... ¡cómo disfrutaba verlas saltar cuando ellos se acercaban corriendo! ¿Ramón aún disfrutaría de recoger guijarros de colores? Había muchas cosas que quería saber de él, pero ya estaba en casa... mañana podrían estar juntos otra vez.

Se recostó en ese rincón de la cabaña donde solía dormir, con la vista siempre hacia la ventana, desde donde podía ver la luna... esa misma luna que vigilaba a Ramón todas las noches, donde quiera que él estuviera...

*** Ramón ***

El trayecto hacia el rancho se hizo más largo que de costumbre. Ramón estaba emocionado por pasar las vacaciones jugando con sus amigos. Mañana sería su cumpleaños y sus papás habían invitado a todos los vecinos del lugar. Ya los sirvientes se habían encargado de todos los preparativos.

"¿Crees que Nikita esté bien, papá? ¿Se acordará de mí?", preguntó, soñoliento. Había tenido una semana muy pesada en la escuela, estudiando para los exámenes finales y casi no podía mantener los ojos abiertos.

Su papá hizo una mueca y respondió, un poco evasivo: "Seguramente te recuerda, hijo. Pero tienes que saber que el tiempo ha pasado y ella ya no es la misma de antes. Tú también has crecido. Ya no pueden volver a jugar como cuando los dos eran niños."

Ramón cerró sus ojos y recordó esas tardes, corriendo con Nikita por el camino de tierra, rumbo al arroyo, descansando bajo el naranjo, empapados después de un buen chapuzón, dormidos en el suelo, en pleno jardín, tras pasar horas jugando a las escondidillas y contar las estrellas... tenía tantas ganas de verla... pero el sueño finalmente lo venció y apenas se dió cuenta cuando llegaron a la casa. Se despertó a medias y se dejó llevar como sonámbulo a su cama, donde cayó rendido, esperando con ansias la mañana siguiente...

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