Tuesday, May 10, 2011

De generación en generación

De pronto me doy cuenta de que la educación que nos inculcó mi abuelita se ha hecho presente en los últimos días.

Cosas que antes hacía en automático, hoy me queda claro que se lo debo a ella, desde la elección de la ropa y el peinado para cada ocasión, la forma de hablar y comportarme en público, hasta ciertas mañas para guisar y almacenar la comida en el refri.

Más aún, hoy me encuentro transmitiendo esa misma educación a mi hija. Las cosas que mi abuelita instruyó a mi mamá y luego a mí, ahora toca transferirlas a mi cría, quien -al igual que yo a su edad, seguramente- se rebela ante la idea de usar un vestido para ir a una boda, no hacer ruido con la boca cuando come, no subir los codos a la mesa y demás "gilipolleces" que uno tilda de innecesarias hasta que la vida misma nos enseña que cuando menos lo esperamos es cuando más necesitaremos de esos tips de buena educación...

Y hoy justamente hacen falta la sonrisa y las canas de esa viejita linda que tantas veces fungió de madre sustituta mientras mi mamá salía a trabajar para sostenernos. Hoy la recuerdo con toda su energía y sus regaños y de pronto todas sus lecciones y enseñanzas se hacen visibles. No es que antes no hiciera conforme a lo que nos educó, es que ahora es más obvio detectar las marcas de su paso por esta vida, como esos trazos de jugo de limón sobre papel que no se leen hasta que se los acerca al calor.

Hoy es el octavo año que celebro la maternidad y cada día me queda más claro que mi responsabilidad es educar y transmitir a mi pequeña los valores y principios que harán de ella una mujer de provecho (como decía mi abue).

Y al ver los cambios culturales y sociales, no puedo menos que decir un "en mis tiempos no era así"... y entonces me digo que ya estoy como mi madre, o peor aún, como mi abuelita.

Supongo que hay cosas que no entendemos hasta que las vivimos. Yo no puedo ya salirme de fiesta cada fin de semana (aunque las ganas no me faltan), no puedo irme de viaje con mis cuates ni hacer muchas de las cosas que hacen mis amistades solteras. Y aunque a veces las envidio, ver a mi hija crecer tan linda y lista como es hace que todo valga la pena y no quiera cambiar mi vida con la de ellas.

Después de todo, a estas alturas del partido sé que muchas de ellas sí cambiarían su vida de viajes y libertades a cambio de la maternidad, que en algunos casos buscan ansiosamente y no llega.

Pienso que para cuando ellas tengan finalmente a su bebé en brazos yo estaré empezando a planear la fiesta de XV años de mi hija... y a mis 45 estaré libre para viajar otra vez sin preocuparme de quién va a cuidar a mi chamaca y qué ejemplo le estoy dando.

Aunque, eso del ejemplo, creo que es para siempre. Mi abue fue ejemplo de lucha y fortaleza hasta el final...

Dejémoslo entonces en que para cuando ellas vayan a sus festivales de primaria, yo ya estaré inscribiendo a mi hija en la universidad, con mucha vida por delante y negocios que trabajar.

Esta es la vida que me tocó. La que me he forjado con mis decisiones. Y así me gusta. Soy madre de una niña maravillosa y hoy me toca transmitirle las cosas buenas que tiene el ser parte de mi familia. Cosas que hoy, con la ausencia de la viejita, se hacen presentes...

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