Thursday, November 01, 2007

Gula

De todos los pecados capitales, la gula es probablemente el único que no afecta a nadie más que a uno mismo. Salvo que te atasques de comida en una reunión y no dejes nada para los demás, si te pones a tragar y tragar hasta rodar como pelota la bronca es tuya... y de tus arterias.
Se me antoja que la pereza también es algo muy personal, sin embargo sí se puede afectar a otros cuando uno es flojo, como siendo improductivo en el trabajo o dejando para después cosas importantes... pero bueno, ése es tema de otro post. Hoy le toca a uno de los grandes placeres de la vida: la comida.
Y es que, ¿a quién no le gusta comer bien? ¿O degustar un buen trago, junto a una agradable compañía? El placer de la comida, señores, es la razón por la que me cuesta tanto ponerme a dieta y bajar los xxxx kilos que aún me quedan de más... (jejeje, ¿qué dijeron, ya me balconeé? Pues no... eso queda entre mi báscula y yo :P )
Disfruto de una buena ensalada, sí, pero también me encantan la pizza, las hamburguesas, los tacos de alambre con queso, la lasagna, el pastel de chocolate, los chiles en nogada, la sopa de fideos secos, el pay de queso con frutas, la crema de elote, las fresas con crema, el spaghetti bolognesa, el banana split, los tacos de canasta, las enchiladas suizas, las albóndigs al chipotle... ¿le sigo o ya les abrí el apetito lo suficiente?
Sí... nunca he logrado seguir una dieta al pié de la letra porque mi placer por el buen comer es más fuerte que mi voluntad para bajar de peso rápida y radicalmente. Tal vez sea bueno: el gusto por la comida me evita entonces caer en la bulimia o la anorexia, porque eso sí, soy muy vanidosa.
La vanidad de hecho, es la razón por la que evito, en la medida de lo posible, comer por compulsión. Si no puedo bajar mucho, al menos no le echo más fruta a la piñata, jajajaja :D
Veamos: el diccionario Larousse define la gula como el exceso en la comida y en la bebida. Mmmmmm... en estricto sentido creo que no peco de gula, porque aunque me fascina comer bien, sí reconozco los límites que mi propio cuerpo me pone cuando la panza lleva al cinturón al punto de reventar y la blusa a duras penas puede resistir el botonazo. No pasa muy seguido pero en Navidad, por ejemplo, se hacen unas comilonas en mi familia dignas de poner a sudar al pantalón de maternidad más holgado. Y es que ante tanta variedad, resulta difícil negarse a probar un pedacito de cada cosa... en suma, esos pedacitos le saturan a uno el estómago y terminas como lombriz con nudo, jejeje.
Pero bueno, la pesadez y el dolor de estómago pronto me hacen entrar en razón. Y luego la báscula me da mis cocos y entonces le meto más a la lechuga y el atún y menos a los carbohidratos y listo.
Más que gula, mi problema es nervioso... tiendo a comer por compulsión cuando estoy ansiosa, deprimida o inquieta. Ahí sí que la sufro porque aunque me sienta llena (no satisfecha: llena) y la comida me produzca cierta repulsión, me entra una necesidad de comer que me incita a llevarme a la boca un chocolate, una hamburguesa con queso extra, unas galletas, una banderilla de queso o una buena rebanada de pizza... sí, a la mitad me dan ganas de vomitar y me siento mal por sucumbir a esa imperiosa necesidad de comer para mitigar los nervios.
Aunque reconozco que es una faceta de la gula, creo que no es lo mismo, porque en teoría (con apego a la definición del diccionario) cuando uno come por gula lo disfruta, pero cuando yo como por compulsión ni siquiera me queda el deleite del sabor... llega a ser incluso nauseabundo.

Y luego, claro, viene el remordimiento y la mirada dura de la báscula frente al espejo mostrándome las llantitas que con tanto trabajo se habían ido y en un abrir y cerrar de boca, regresaron...
Aquí es cuando, de forma tardía, entra la templanza en mi vida. Esta cualidad, que se contrapone a la gula, se define como la virtud cardinal que consiste en moderar los apetitos y los placeres de los sentidos.
Pensándolo bien, la templanza es un virtud que siempre llega tarde conmigo. No sólo para evitarme comer sino para otros placeres o inquietudes de los sentidos. Soy muuuy impaciente. Y sí, escucho la vocecita que me dice: "no comas esto" o "no hagas lo otro", pero suelo patearla y hacer lo que me viene en gana y luego la escucho de nuevo diciéndome: "¿ya ves? Te lo dije."
¿Conclusión? Creo que peco de gula tanto como cualquiera, pues como en todo pecado, el remordimiento llega siempre después de que acometo sobre la comida sin escuchar a esa vocecita que me dice: "NO"... o peor aún, porque la escucho y me vale.
El daño me lo hago yo sola, pero ¿qué más quiero? Si se trata de que cada uno se cuide... ése es el principio para estar bien. De modo que tendré que aplicarme más en escuchar la voz y en ejercitar la templanza en mi vida, que buena falta me hace...

2 comments:

Red Cultura San Luis.Com said...

El reto de enfrentarse cada día al oceano blanco de la hoja de papel y navegar sobre olas bravas o mansas es irrenunciable para ciertas personas...igual lo es el oficio del escritor, el artista, el creativo, etc.
Sus comentarios y descripciones unipersonales acerca de estos pecados capitales, me parecen interesantes y muy divertidos, es un gusto leerla y me permito compartir con usted esta pasión por lo esencial y evidente, que a veces no es tan necesario a los ojos de la mayoría silenciosa.
Enhorabuena...!

Anonymous said...

Definitivamente la gula no es uno de mis pecados. Yo cuando estoy nervioso o con mucha presión, lo que menos se me antoja es comer. De igual manera, si estoy muy cansado, la comida me da náusea, prefiero dormir primero y ya descansado comer tranquilamente. Un consejo para que ayudes a esa vocecita que a veces pateas: carga una foto tuya de alguna ocasión en que luciste un bikini en Acapulco y prométete volver a darte ese premio (y visualmente a tus admiradores también) si haces otra cosa para contrarrestar la ansiedad (tejer, escribir que te sale de maravilla, etc.). Un abrazo y apoyo a la vocecita, ya eres bonita, cuando cuidas la línea, te ves aún más preciosa. Yo no soy partidario de la anorexia ni de los cuerpos anoréxicos. Las llantitas (controladas) son naturales y parte de la sensualidad de la mujer. Así que no te angusties por ellas. Tú belleza está en tu ser integral, completa y te queremos tal como eres. Un abrazo. GW